miércoles, 15 de octubre de 2014

ÁNGEL PETISME, MINISTRO DE LA FELICIDAD.

Ángel Petisme

ÁNGEL PETISME, MINISTRO DE LA FELICIDAD.
 

  Siempre percibo una continua voluntad de equilibrio entre música y poesía, acaso porque pertenezco a una generación que creció con trencas, pelo largo y cantautores que hicieron de Quevedo, Antonio Machado y Blas de Otero rimosos estribillos para corear en multitud.
   Ángel Petisme (Calatayud, Zaragoza, 1961), poeta y músico, publicó su fruto más temprano, Cosmética y terror, en 1984. Era una década de tanteos, abierta a lo dispar, donde se fueron fortaleciendo dos etiquetas críticas: la poesía figurativa y la del silencio. La primera admitía una interpretación plural. A ella se suma el camino poético de Petisme que aporta como "dni" “la sensibilidad del rock”. Así definió el ideario del aragonés el antólogo Luis Antonio de Villena al incluirlo en la antología Postnovísimos. Los versos de Änegl Petisme dibujan el grafitti de una silueta urbana, con cicatrices como la incomunicación, la crítica social, la deshumanización de lo cotidiano y ese deambular del yo biográfico en busca de para sobrevivir. Son señas argumentales que se reiteran en el recorrido formado por los libros  El océano de las escrituras, Habitación salvaje,  Amor y cartografía, Constelaciones al abrir una nevera y el desierto avanza. Para quien esto escribe, el título más afortunado de esta etapa es Buenos días, colesterol, ganador del Premio Sial, con el que abría el nuevo siglo y una laboriosa etapa que afianza un surco de envidiable fertilidad. El último fruto, El lujo de la tristeza, acaba de llegar a las librerías de la mano de la editorial Olifante.
   Ángel Petisme es un creador binario. Al mismo tiempo que firmaba versos iba grabando la discografía. Una producción sonora  integrada por más de una docena de títulos, entre aquel disco tempranero, La habitación salvaje, y su trabajo musical más inmediato, El ministerio de la felicidad, presentado en Madrid el jueves 9 de octubre. No fui al concierto. Mis disculpas y un catálogo de excusas: llovía mucho, tenía el coche en el taller y el transporte público de vuelta a Rivas en horario nocturno es irregular. Al día siguiente daba clases en el instituto a primera hora, así que dormí mal, con una abrumadora sensación de culpa, como si hubiese fallado a Ángel en un día especial.
   Buscaré el libro y una tarde común para hablar con Ángel de esas aristas de la realidad que se pierden por los callejones del poema, con el traje manchado de lo laborable.  La existencia muestra frecuencias disonantes y razones para la pancarta y es de agradecer que siga abierto un ministerio de la felicidad donde nos concedan audiencia a la gente común, sin la solemnidad de la corbata y sin las agendas de cuero del ejecutivo que utiliza las tarjetas opacas de la corrupción. Ángel Petisme, aquel niño que llegó a Zaragoza a los ocho años, el que fue creciendo en el bachillerato y se decantó por Filología Hispánica, aquel joven que se hizo músico en los años ochenta, con la movida madrileña que tanto jaleaba Tierno Galván y tanto preocupaba al azulado concejal Matanzo, fue desgranando versos y canciones por geografías aleatorias. Es la biografía al paso del poeta Ángel Petisme, el mismo que ahora sigue en la ventanilla del ministerio de la felicidad, con el papel timbrado del optimista, sin horarios de cierre.
  Un abrazo, poeta, desde Rivas.   

 


 

2 comentarios:

  1. Muy buena crónica, saludos desde Buenos Aires....

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    1. Muchas gracias, querido amigo; me alegra saber que esa disculpa por mi ausencia al concierto de Ángel no te ha decepcionado. El poeta estrena libro y disco y hace de la música y la poesía un ministerio abierto a la felicidad. Abrazos.

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