sábado, 1 de enero de 2011

EL IDEARIO DE JOSÉ SARAMAGO

Comienza a caminar el nuevo año y madrugo para llevar a mi hija Irene hasta el aeropuerto. En las calles de Rivas, todavía sin sol, algunos noctámbulos vestidos de fiesta esperan la llegada del autobús. El trayecto por la autopista es muy rápido, la despedida breve, y no tardo en acomodarme frente al ordenador. Pero ni siquiera el café espolea la página en blanco del cerebro.
Sobre la mesa los títulos que leo o he leído: Verano, el libro semibiográfico de J. M. Coetzee, dos o tres revistas, y la extensa indagación sobre el pensamiento de José Saramago.



  1. José Saramago en sus palabras
    Edición y selección de Fernando Gómez Aguilera
    Alfaguara, Madrid, 2010

       Para quienes tuvimos la fortuna de asistir al homenaje celebrado en Rivas-Vaciamadrid, el l8 de octubre de 2010, el volumen José Saramago en sus palabras no es sino el justificado pretexto central de aquella convocatoria que por su desarrollo permanecerá mucho tiempo en el recuerdo.
       La edición de Fernando Gómez Aguilera es una amplia muestra de pensamientos personales y literarios entresacada del itinerario creador del portugués y del material perecedero de los medios de comunicación. La multiplicidad de juicios permite esbozar con nitidez el perfil intelectual de una conciencia comprometida con el tiempo histórico que le tocó vivir. Es un legado que conexiona con los ejes vertebradores de la realidad social del yo; no estamos aislados, todos formamos parte de un universo global e interactivo.
       Pocos datos del escritor resultan desconocidos: el origen humilde y campesino en una de las comarcas más pobres de Portugal; la formación primaria y la temprana incorporación a un oficio manual, antes de trabajar primero como traductor y después como redactor y la tardía eclosión de un escritor que sólo en la madurez entrega sus mejores obras y consigue el reconocimiento mundial.
       Pero la literatura es también el trayecto del ciudadano, los encuentros con asuntos comunes. Con todos ellos establece un sutil diálogo. En la cartografía personal hallamos tres nombres geográficos: Azinhaga es el pueblo natal, la tradición del Alentejo y el sustrato rural de los antepasados; Portugal es el país, la lengua y la cultura, también la controvertida relación con la clase política conservadora y con la hostilidad de la iglesia; Lanzarote es el lugar de acogida, la casa hospitalaria en la que vivió con Pilar del Río, el gran amor de su vida y la eficiente colaboradora que veló por los intereses del autor. Sobre la militancia comunista y el rigor crítico se asienta buena parte de su status social. El escritor se posiciona con los humildes y los desfavorecidos porque piensa que “Auschwitz no está cerrado, está abierto y sus chimeneas siguen soltando el humo del crimen que cada día se perpetra contra la humanidad más débil”; el escritor no quiere ser cómplice desde el silencio. Un capítulo singular nos deparan sus convicciones iberistas. Para Saramago la geografía peninsular desde la historia le parece desgajada del resto de Europa, hoy convertida en un territorio especulativo del liberalismo económico. España y Portugal deben orientarse, por tanto, a recuperar lazos con los países de ultramar y a velar por un entendimiento en todos los órdenes con la realidad iberoamericana.
       Los propósitos estéticos de cada entrega ayudan a conocer detonantes argumentales o a ser testigos de la génesis de protagonistas que establecen con el escritor una relación viva y sostenida, en especial sus identidades femeninas, singulares y pujantes.
       José Saramago en sus palabras como libro de cierre es un recapitulatorio que permite formular una ética . Confirma el ideario de una voz que habló siempre alto y claro para condenar la apatía y la inacción de los que no saben que el futuro comienza a construirse en el ahora.     
         

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