viernes, 21 de enero de 2011

MEMORIA DE ÁNGEL GONZÁLEZ

 Mañana no será lo que Dios quiera
Luis García Montero
Alfaguara, Madrid, 2009

   Ángel González, en sus últimos años, solía pasar largas temporadas vacacionales en la localidad gaditana de Rota, junto a Luis García Montero. De aquellas jornadas de diálogo nació la idea de escribir la biografía del destacado poeta de la generación del 50. Pero las notas biográficas al uso se transformaron pronto en una novela, en una  propuesta ficcional donde importa más el personaje moral que el inventario de fechas y acontecimientos.
   El paréntesis de la infancia carece de fronteras sólidas; los entresijos existenciales solapan contornos, mudan de apariencia y se recuperan con coordenadas desconocidas. El enfoque de Luis García Montero al escribir Mañana no será lo que Dios quiera no se basa en una articulada secuenciación de datos y sucesos, sino que opta por trazar la línea de horizonte de una etapa vital donde memoria e imaginación conviven en la remembranza y componen pieza a pieza una realidad verosímil.
   El título del libro alude a la capacidad del sujeto de tomar las riendas del porvenir, al hecho de que una voluntad crecida dicte normas capaces de regular los pasos del futuro. De este espejismo nace la esperanza, el estar confiado en la posibilidad de trazar un destino propio.
   Ángel González nace en Oviedo el 6 de septiembre de 1925 en el seno de una familia numerosa. La temprana desaparición del padre, tras una desgraciada operación médica, justifica la sobreprotección materna y las muestras de afecto de sus hermanos mayores. Pero el paisaje doméstico engloba lo privado y lo público y el cauce de la historia colectiva impregna el tejido sentimental de la vida diaria. Los calendarios marcan el último tramo de una monarquía erosionada por el apoyo a la dictadura de Primo de Rivera y el advenimiento de la República que tanta esperanza genera entre las clases menos favorecidas. Es un tiempo convulso que conoce en 1934 la revolución de Asturias y dos años más tarde el triunfo del frente Popular en las elecciones generales y el golpe militar del general Franco que inicia la contienda fratricida.
   Ese es el contexto de Mañana no será lo que Dios quiera. El niño Ángel González se asoma a la realidad con los ojos del desconcierto y la curiosidad de quien busca respuestas.  El enfrentamiento bélico de 1936 marca el fin de una niñez inocente. Desde los primeros meses del conflicto, Oviedo queda en manos del coronel Aranda, un militar afín a los sublevados. Es una ciudad sitiada por las fuerzas republicanas que mantienen bajo control casi todo el territorio asturiano. En ese encierro, pronto convertido en cuartel de regulares y legionarios,  la convivencia se estrecha y cobra conciencia del dolor y la muerte que hunde sus raíces en nombres concretos, como Manuel, el hermano mayor fusilado en el invierno de 1937.
   Junto al rumor del recuerdo se incluyen poemas que mudan lo vivencial en literatura. Se consuma el hundimiento republicano y amanece un tiempo de silencio y represión, de cartillas de racionamiento y desconfianza que hace más perentoria la prudencia. Y en este ambiente se fortalecen las convicciones; el yo supera las circunstancias para darnos la imagen de una conciencia que resiste y se despega del conformismo.
                                                                             

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