lunes, 28 de noviembre de 2011

RENÉ CHAR. POESÍA Y PENSAMIENTO.

Común presencia
René Char
Traducción de Alicia Bleiberg
Alianza editorial, Madrid, 2007

   Común presencia es una autoselección de poemas, aparecida en 1964, que permite conocer una parte substancial de la lírica de René Char, ya unánimemente considerado como figura central de la literatura francesa contemporánea. Su obra fue publicada en la  Biblioteca de la Pléiade a comienzos de los años ochenta. Esta antología se reeditó en 1978 y amanece en España, con formato bilingüe, para conmemorar el centenario del autor. Había nacido el 14 de junio de 1907, en L´Isle-sur-Sorgue, un pueblo provenzal de pescadores. En él residió casi toda su vida. Se inicia precozmente en la escritura; apenas tiene quince años cuando escribe Las campanas sobre el corazón, un título de aprendizaje que el autor borrará de su bibliografía. Su estancia en la localidad natal sólo se quiebra por algunos viajes, como el que realizó a Paris en 1929, cuando conoce y se adhiere al surrealismo; el libro de Paul Éluard Capital del dolor es el causante de una complicidad que languidece hacia 1934. La biografía personal está marcada por la ocupación alemana y por su alistamiento en la resistencia, un tramo vital presente en libros como Hojas de Hipnos. Antes fue solidario con la causa republicana española y siempre manifestó una abierta oposición hacia los movimientos totalitarios; fue un crítico tenaz del desarrollismo tecnológico y sus efectos secundarios. A partir de 1946 casi desaparece de la escena pública y sólo en contadas ocasiones concedió entrevistas o participó en eventos culturales. Char se niega a cualquier intento de poder literario, incluso cuando se especulaba con la candidatura al Premio Nobel. Hace de la soledad una regla de existencia, el destino se cumple lejos de la coacción del grupo.
   Su abrumadora capacidad de lector le permitió forjar un selecto núcleo de ascendientes: Villón, Dante, Shakespeare, Blake, Keats, Baudelaire, Hölderlin, Rimbaud. También conoció con rigor la expresiva plástica de artistas contemporáneos que incidieron en su sensibilidad.
   En la nota preliminar, la traductora Alicia Bleiberg medita sobre los riesgos de versionar una poesía hermética y sobre las peculiares tramas que hacen posible la comunicación poética. También subraya el cuidado en respetar al máximo la puntuación de los poemas originales.
   La aportación de cada poemario no es uniforme y, por tanto, corresponde al lector engarzar los matices y circunstancias de un trayecto creador que supera el medio  siglo de escritura. La madrugadora vocación propicia que sean muchos los libros escritos. En Común presencia están representados trece títulos. Hay piezas tempranas del  aprendizaje auroral, momentos de la etapa surrealista y ese tramo central de plena madurez y coordenadas diferenciales al que corresponden títulos como Furor y misterio o Los matinales. Consumido un silencio de cinco años brotan los poemas de La palabra en archipiélago, que refractan la intemperie colectiva.
   Los apuntes aforísticos reflejan una conciencia observadora que deja sus pensamientos sobre la escritura. Cuando define el poema nos habla de sus trazos goteantes y ambiguos; la poesía no nace de lo conocido, se aparece en lo informe, como una luz perentoria.
   Uno de los mejores conocedores del autor en nuestro país, Jorge Riechmann ha escrito:”la poesía de René Char, más que ninguna otra, exige en torno a ella espacio abierto; el vasto ámbito de las vidas de seres humanos libres. Su poesía no nos remite en principio al complicado laberinto de espejos de la historia literaria, sino a nuestra experiencia humana de amores y agonías. La respuesta que pide no es exégesis erudita o cultísimo guiño de complicidad, sino acción humana en el torrente del tiempo”
   La razón poética de René Char postula una sostenida reflexión sobre las constantes existenciales del sujeto. En su pensamiento apenas se distingue lo biográfico particular; esa anulación del sentimentalismo concede al yo lírico una voz plural en la que se reconocen las peculiaridades de cada ser. Los versos no son el espacio habitable de una única presencia que sondea en la propia intimidad. La palabra busca sitio en el exterior para salir del estrecho cerco de lo cotidiano. La poética insiste en la creación de un ambiente, acumula interpretaciones pensadas y sentidas; la auténtica verdad no se revela, es una aspiración pugnando por liberarse. De  ahí, la complejidad de una lectura que no se pliega ante el dictamen de la razón.

                                                                                              








viernes, 25 de noviembre de 2011

CONCURSOS LITERARIOS

Entrega de Premios Literarios en la Sala Miguel Hernández
(Rivas) con Delia Vaquero y Fabriciano Requejo. 


Los concursos literarios tienen mala fama. Prodigan opiniones en su contra los que nunca consiguen el primer premio, pero suelen enviar reiterativos originales a todos los concursos que se convocan por las atribuladas concejalías de cultura de la geografía municipal española. La relación entre vencedores y no premiados es desigual: sólo uno consigue el galardón y el resto pasa a formar parte del papel reciclado, así que es complejo abordar la equidad y los merecimientos. El olvido no gusta a los que están seguros de su condición de genios.
Los concursos son plurales y diversos y no se mueven por un único patrón de comportamiento, del mismo modo que no todos los españoles son del Real Madrid, consumen la programación de Tele 5 o se arrancan con unos tanguillos flamencos cada vez que se beben una copa de vino. Desechar tópicos y lugares comunes es un trabajo intelectual de aquellos que suelen hablar con conocimiento de causa, sin prodigar lecciones éticas desde ningún púlpito.
Hace unos días los responsables culturales de Covibar, una entidad ciudadana de mi localidad, me invitaron a la entrega de premios de una convocatoria literaria que aglutinaba poesía, relato y epistolario. El salón se llenó de público y resultó una acto entrañable en el que cada uno de los premiados recogió su trofeo, posó para la foto de familia y dibujó en su cara la ilusión de quien emprende un largo viaje por la literatura. Un ejemplo de optimismo vital y de temperatura cordial para el futuro, así que no seré yo quien hable mal de los premios literarios. Confiar en el criterio de los otros no es nunca un argumento desdeñable.

lunes, 21 de noviembre de 2011

RIVAS. DEFENSA DE UN PAISAJE.



Rivas

       Defensa de un paisaje

Las formas y las luces de los atardeceres,
el silencio y las calles que velan lo escondido,
las esquinas proclives al paso solitario,
el sueño que esgrimimos como razón de ser
­­(Los sueños que moldean cambiantes espejismos),
la humedad de las manos, la decepción anónima,
la rosa que lacera
y la gota de sangre,
la inercia de mirar el vuelo de los pájaros,
aquello que perdura cuando cierro los ojos,
los hechos transmutados en memoria,
las manos que no piden nada a cambio.
la casa, el pan y el verso que me busca.

                                     El pacto de vivir.
El párrafo en cursiva
sobre un tiempo que no es más que tiempo.



jueves, 17 de noviembre de 2011

ÁNGELES MORA

Bajo la alfombra
Ángeles Mora
Visor, 2008

   Calmada y casi olvidada la agitación pintoresca que provocara, en el cierre de siglo, el rótulo “poesía de la experiencia”, se puede ahora, con reflexiva mesura, encarar el trayecto que sus componentes emprenden, libres de una taxonomía simple. Ángeles Mora nace en Rute en 1952 y su amanecida poética coincide con sus estudios de Filología Hispánica en la Universidad de Granada. La ciudad de la Alhambra disfrutaba en los años ochenta de un ambiente cultural enriquecedor que prodigaba iniciativas y sacaba a la luz una buena cosecha de voces emergentes, bajo el magisterio teórico de Juan Carlos Rodríguez y el credo estético de Juan de Mairena. Ángeles Mora entrega como carta de presentación el libro Pensando que el camino iba derecho, una obra editada en 1982 que busca su título en un verso de Garcilaso de la Vega y esboza un cancionero de ausencia.
   Desde aquel inicio hasta Bajo la alfombra ha culminado un largo viaje creador, del que dan cuenta las muestras Antología poética (1982-1995), con palabras liminares de Luis Muñoz, y Las mujeres son mágicas, una edición impecable de Cuatro Estaciones presentada por Miguel Ángel García. Son panorámicas enriquecidas más tarde con la entrega Contradicciones, pájaros, en 2001.
   Bajo la alfombra alude a ocultación y desvelamiento; a lugar secreto que esconde intimidad y a materia cotidiana que testifica la convivencia del sujeto con lo doméstico. La apertura “De poética y niebla” insiste en la idea asociando dos términos contradictorios en apariencia: la poética explicita intenciones; la niebla borra. El sentido final de la escritura no revela enigmas, es únicamente un impulso de búsqueda que se asoma a ese fondo sin límites para dar cuenta de una subjetividad que avanza tanteando: “Escribir es niebla. / Para mí quiero / todas las palabras. / Cuando escribo me escriben. / En su tela me enredo”. Lo metaliterario es hilo argumental que unifica las composiciones de la primera parte; la palabra integra la posibilidad de decir, da sentido a los hechos, alumbra sensaciones, vislumbra una convivencia solidaria con las cosas. El segundo conjunto, “De poética erótica” asccede al deseo; del mismo modo que la palabra lleva de una búsqueda de significado a otra búsqueda, el deseo impulsa a recorrer un paciente laberinto que nos acerque al otro, traza itinerarios de la ciudad, supone encuentros que anulen la condición de solitarios y nos dejen la luz de un sol ajeno, el camino de una piel por compartir. La indagación en la materia verbal concluye con “Interrogaciones”, articulación de la duda desde la poesía, indagación en la sensibilidad que habita, no en lo transcendente, sino en el lenguaje de todos los días.
   La monotonía esencial de lo cotidiano vertebra la parte central, “Para seguir viviendo”. La mirada introspectiva acusa el devenir, percibe la erosión que busca sitio en la profundidad de los espejos; la felicidad del pasado y la esperanza languidecen en un presente cárdeno, que abunda en reflejos y anuncia el final de la tarde.
   La semántica del apartado de cierre, “caminos de vuelta”, sugiere una estructura circular. Como escribiera Brecht, la verdad es concreta; el protagonista lírico en su viaje de conocimiento ha descubierto que oscuridad y luz se entrelazan. El sentido de las cosas no es diáfano; la salida puede ser una entrada al laberinto; detrás de cada historia se escribe otra subterránea.
  La entrega Bajo la alfombra permite descubrir las claves literarias de un discurso lírico en su etapa de madurez. Los poemas argumentan itinerarios de ida y vuelta sobre dos nociones: las variables expresivas de la palabra en su búsqueda de sentidos y la constante refundación que el fluir temporal somete al protagonista verbal: “Pronto / otras palabras subirán deprisa / la escalera, / se abrirán cuando rompan / la corteza de las que te dimos. / Es un rumor creciente el porvenir”.

lunes, 14 de noviembre de 2011

UNA CARTA QUE NUNCA ENVIÉ


Rompo una carta nunca escrita

De la carta que no escribiera nunca
rescataría este párrafo
por su notoria fijación sedante
que me hace invulnerable al desaliento:

Pienso en ti casi siempre.
Las otras veces pienso en ti.

            (De Rotonda con estatuas )

viernes, 11 de noviembre de 2011

JORGE LUIS BORGES



   ¿Cuándo leí por primera vez a Jorge Luis Borges? No lo sé. Pero sé que la última vez que me adentro en las páginas queridas ha sido hoy. Antes de la lectura llevo a cabo un minucioso rito: ordeno títulos, consulto ediciones repetidas, repaso biografías introductorias... incluso esbozo un plan lector a largo plazo, que no cumpliré por la llegada de trabajos literarios nuevos o por las horas que la creación propia me demanda. Son asuntos que buscan sitio en mi mesa con la impertinencia de una tarea urgente.
   Mi voluntad lectora y mis gustos han sufrido pequeñas mutaciones. Si en el pasado mostré una preferencia natural por los cuentos, ahora prefiero el ensayo breve como fuente de gozo y suelo cerrar la sesión lectora con algún poema de Los conjurados, cuyo prólogo fechó el autor en enero de 1985. Los versos me resultan admirables estímulos; no me resisto a copiar el poema:


Los conjurados

En el centro de Europa están conspirando.
El hecho data de 1291.
Se trata de hombres de diversas estirpes, que profesan
diversas religiones y que hablan en diversos idiomas.
Han tomado la extraña resolución de ser razonables.
Han resuelto olvidar sus diferencias y acentuar sus afinidades.
Fueron soldados de la Confederación y después mercenarios,
porque eran pobres y tenían el hábito de la guerra
y no ignoraban que las empresas del hombre
son igualmente vanas.
Fueron Winkelried, que se clava en el pecho
las lanzas enemigas para que sus camaradas avancen.
Son un cirujano, un pastor, o un procurador,
pero también son Paracelso y Amiel y Jung y Paul Klee.
En el centro de Europa, en las tierras altas de Europa,
crece una torre de razón y de firme fe.
Los cantones son ahora veintidós. El de Ginebra, el último,
es una de mis patrias.
Mañana serán todo el planeta.
Acaso lo que digo no es verdadero; ojalá sea profético.

     (Los conjurados ,Alianza Editorial, Madrid, 1985)

martes, 8 de noviembre de 2011

VICENTE GARCÍA: SER UNO MÁS.



Ahora (Poesía 1992-2008)
       Vicente García
       Renacimiento, 2009

   Cada poeta actúa como depositario de un legado anterior, busca un itinerario específico entre opciones de una senda plural que franquea el acceso. Esa es la primera sensación que depara el encuentro con el corpus lírico de Vicente García (Gijón, 1971), formado por los poemarios De ayer a hoy y Días de tormenta y por el cuaderno Ficciones, un conjunto de ocho textos editado en 1993, que se integraría en De ayer a hoy. La ruta pactada se define más por la riqueza del matiz que por el afán de originalidad; más por la serena eficacia emocional que por el manejo de rutilantes recursos expresivos porque los versos de Vicente García se formulan en un voluntario tono menor con registros de un habla coloquial que contagia sencillez y naturalidad y sorprende por su cercanía, nunca exenta de cuidado formal, como sucede en cercanos referentes como Víctor Botas, Miguel d´Ors o José Luis García Martín. En esta tradición revitalizada ocupan un lugar destacado Luis Cernuda, Francisco Brines y el maestro argentino Jorge Luis Borges.
  La muestra Ahora reordena y selecciona el itinerario creador; casi la mitad del primer libro queda fuera y también se suprime la significativa cita de apertura de Víctor Botas. La poda también afecta al segundo poemario del que José Luis Piquero escribe en la página prologal: “Quienes busquen en la poesía un deslumbramiento inmediato pueden llegar a sentirse decepcionados ante la obra de Vicente García, un poeta que ha hecho de la sencillez, de la claridad y de la economía de medios su bandera”. El tramo de cierre, de título homónimo, aporta más de una veintena de composiciones de la última década. La medular de esta poesía es incorporar como propio cualquier tema y darle una racionalidad clásica que concede al protagonista literario la posibilidad de personalizar otro yo. La existencia multiplica sus perfiles y el pasado retorna y cobra actualidad. Así sucede en el poema de apertura “Abraham”, donde un personaje bíblico vuelve a definirse por sus actos como ejemplo moral de quien ha sido fiel a su conciencia. Otras veces se define el yo biográfico, al recuperar un contexto que invita a la interpelación: “Estas calles que van hacia ninguna parte / te miran en silencio, con esa indiferencia / que tanto te gustaba cuando sólo querías / ser uno más, pasar de largo como tantos”, o que impulsa una poesía meditativa que interpreta las notas a pie de página del viejo oficio de vivir.
   Es frecuente en Días de tormenta el poema que relaciona la realidad interior del sujeto con la buena compañía de la biblioteca; los versos reescriben palabras de Pablo Neruda o Víctor Botas; son los aplicados discípulos que guardan fidelidad a “unas pocas palabras verdaderas”.
   La gradación del poema “Función de la poesía” argumenta un motivo de Borges: la búsqueda incesante de una verdad impulsa un renovado afán generacional que no consigue nunca descifrar la meta de sus desvelos: “Y llegará la hora del otoño / y pasarán los años. / Yo seguiré mirando cómo cae la lluvia. / Otros vendrán, mejores poetas que nosotros / y seguirán contando cómo cae la lluvia. / Y llegará la hora del invierno. / después de varios miles de años de poesía / no sabemos aún para qué sirve. / dentro de varios miles de años de poesía / se seguirán haciendo esta misma pregunta “.
   Con un caminar lento que congenia exigencia y necesidad, la voz poética de Vicente García, uniforme y coherente, nos acerca el discurrir de un tiempo replegado en sus contradicciones.

viernes, 4 de noviembre de 2011

KAFKA Y YO


   Leo a Franz Kafka con frecuencia alevosa. Para entender el mundo. Para entenderme yo. Para interiorizar que el absurdo forma parte de lo cotidiano y hay que respirarlo con sosegada cadencia, sin apremio, sin pánico. La situación política, la idiocia nacionalista y su retaguardia militante, los asesinatos, los atentados contra la dignidad del trabajo bien hecho y la beligerancia de quienes manosean el sentir colectivo en los medios de comunicación son asuntos que me llevan a Kafka.
   La biografía del escritor parece disentir de su obra. Fue un modesto judío de Praga cuyo itinerario vivencial estuvo regulado por la rutina de horarios funcionariales que no pueden interpretarse en clave literaria.
   Sus relaciones con los demás fueron pobres, como si permaneciera en el umbral del otro o detrás de un cristal que asegurara su confinamiento. El escritor fue un representante típico de una interioridad aislada, que sin embargo observa el entorno con profundo interés. Desconcierta lo que sucede fuera porque la azarosa relación de acontecimientos diarios legitima el absurdo, un absurdo convertido en una seña de identidad colectiva. Un absurdo que necesita ser combatido desde la trinchera de la razón. Por eso leo a Kafka.

martes, 1 de noviembre de 2011

ENCUENTRO

                                           (Crepúsculo en Navadijos.
                                          Fotografía de Rubén Sánchez Santana)

Encuentro

Aquel día gozaba de la lluvia
bajo la espesa fronda de un parque solitario
y tropecé conmigo.
Miré mi rostro
con curiosa sorpresa;
me hallé un poco más viejo, más cansado,
abrumado quizás
por un escepticismo prominente y asiduo
y una antigua tristeza,
palpable, aunque recóndita.
Sentados en un banco prodigamos
leves toses, murmullos,
dilatados silencios y miradas furtivas.
El tiempo parecía detenido,
hasta que una acuarela de ceniza
ensombreció el crepúsculo.
En tanto se alejaba,
una temprana rosa depositó en su sitio
efímeros instantes de belleza
que, de común acuerdo, ambos no vimos.
Respiré hondo;
todos sabéis qué indecible fragancia
emana de la tierra cuando llueve.