martes, 27 de septiembre de 2011

PALABRAS ADENTRO

Palabras adentro (23 entrevistas literarias)
José Luis Morante
Cuatro Estaciones (Anexo)
Lucena, 2003

   Durante años he colaborado en prensa escrita, en las páginas de El Correo de Andalucía, Este de Madrid, Diario de Ávila o el desaparecido Diario 16. Junto a columnas de opinión y reseñas de libros, practiqué con frecuencia un género periodístico: la entrevista. Desde finales de los años ochenta, entrevisté a un extenso listado de autores. Una amplia selección de diálogos se presenta en Palabras adentro, anexo de la colección lucentina que dirige Lara Cantizani. Son encuentros que en su momento aparecieron casi siempre en el suplemento cultural La Mirada y en la revista Prima Littera. Se incorporan además dos inéditos: las conversaciones con Luis Mateo Díez y con Joan Margarit.
   El prólogo y el epílogo detallan las circunstancias concretas de cada uno de los trabajos, pero sobre todo explican los criterios de selección. Podemos hablar de una razón subjetiva; Palabras adentro es un libro que ha madurado por sí mismo, y que no fue concebido orgánicamente, sino que cada una de las aproximaciones es autónoma. No obstante esta selección de puntos de vista adquiere un sentido unitario en cuanto nos permite conocer una panorámica muy completa del legado cultural de las últimas décadas. Los territorios creativos no son espacios insulares. Cualquier posicionamiento limita siempre con una tradición.
    Poetas, novelistas y críticos reflexionan y descifran incertidumbres sobre las cuestiones esenciales del quehacer literario y su mirada proporciona a los lectores nuevas claves o sirve para reconocer la singularidad de los itinerarios. En el plantel están novelistas como José Saramago, Luis Mateo Díez, Clara Sánchez, Andrés Sorel, Almudena Grandes o Juan Manuel de Prada;  el enfoque de los poetas lo dan nombres como Ángel González, Francisco Brines, Antonio Colinas, Luis Alberto de Cuenca o Luis García Montero; las opiniones con la perspectiva del ensayista se deben a José Olivio Jiménez y Francisco Gutiérrez Carbajo. Con Andrés Trapiello se habla de diarios y de literatura autobiográfica. Se deja en la sombra la actividad política de Joaquín Leguina para centrarse en sus novelas y libros de relatos.
   El selecto conjunto cuenta con la benevolencia de lo suplementos literarios y con las bendiciones del mercado. Son firmas que gozan de gran popularidad y  que han aportado títulos que ya pertenecen al imaginario colectivo. Asistimos al enfoque de varias generaciones en activo que exponen consideraciones y se adentran en sus aspiraciones  creativas.   
   Para todos los que siguen la colección Cuatro estaciones no habrá sido una sorpresa la magnífica edición. Los que se acerquen por primera vez descubrirán el riguroso cuidado y la calidad tipográfica de una edición, enriquecida con fotografías de Arturo Ledrado y Juanjo del Pozo.
   Palabras adentro es una conversación pautada con un interlocutor inagotable de múltiples rostros: la literatura.

                                                                                                 









viernes, 23 de septiembre de 2011

UNA CALLE VACÍA

Una calle vacía

Hoy recorren mis pasos esa calle
que no esconde ningún itinerario.
Todas las calles fluyen dócilmente
al mar de cualquier sitio,
cierran con parsimonia una distancia;
pero ésta alarga al infinito su trazado,
pretendiendo ignorar dónde concluye.
Amo el cuello sumiso de sus verdes farolas,
los reflejos chillones de sus autos a plazos,
su cal que habitan líquenes y musgos;
y amo sus papeleras -cielos para despojos-,
singulares regazos donde nada perturba
el aliento feliz de lo caduco.

     (Mapa de ruta, pág. 32)

martes, 20 de septiembre de 2011

JAVIER MARÍAS

  
Los enamoramientos
Javier Marías
Alfaguara, Madrid, 2011

   Una autoridad de nuestras letras, Francisco Rico, se convierte en un fugaz personaje secundario de la novela de Javier Marías Los enamoramientos. En su breve aparición escénica toma en préstamo muchas de las características del sujeto real; es un sabio filólogo catalán, de verbo fluido e incontinente, al que todo lo acontecido a partir del Renacimiento le parece un asunto menor, como si el presente fuera un paréntesis existencial colmado de trivialidades. Francisco Rico es sólo un dato en  favor de la verosimilitud, aunque en Javier Marías los géneros literarios son espacios ambiguos, sin delimitar, porque lo real es ambiguo y condiciona el comportamiento; la misma existencia rutinaria se trastoca por cualquier suceso azaroso sin que sirva de nada la previsible concatenación de causas y efectos. Cada existencia oculta numerosos resquicios y escapatorias, como si hubiera una vida pública y otra íntima y privada.
   En Los enamoramientos una familia de clase media, bien definida por sus hábitos anodinos, es sometida al duro trance de un asesinato aleatorio: un acuchillamiento fortuito del cabeza de familia por parte de un mendigo que se dedica habitualmente a aparcar coches. María Dolz es testigo de esta ruptura de la normalidad y se convertirá en la narradora de las existencias convulsionadas por la muerte. El hecho, sin  motivos lógicos, altera radicalmente la disposición de las piezas en el tablero: el ausente reclama un lugar en el recuerdo de los vivos y los familiares se empeñan en vivir como si el desaparecido todavía deambulara por los itinerarios de lo doméstico.
   Sin embargo, los detalles no encajan y los hilos sueltos –retazos de una conversación, actitudes desconfiadas, suplantaciones…- acaban confirmando que la  normalidad es sólo una más cara que oculta actitudes cuanto menos sospechosas o poco explicables. María ve similitudes entre la nueva situación social y aquella escena bíblica en la que el rey David enamorado de la belleza de Betsabé, envía a su marido Uriah a la primera línea de batalla para que al morir pueda suplantar su lugar. Y esa hipótesis poco a poco desvela una situación sorprendente. La ética personal debe enfrentarse a un papel incómodo: el papel del delator.
   Javier Marías se siente cómodo en la digresión. Sus argumentos no avanzan acumulando acciones sino reflexiones, busca dibujar la psicología de los personajes mediante largos monólogos y extensos ejercicios introspectivos. Lo que sucede casi siempre está dentro del sujeto.
   Si la anterior novela del madrileño Tu rostro mañana es considerada la obra cumbre del autor por su monumentalidad (tres volúmenes) y compleja estructura, Los enamoramientos puede leerse con cierta sencillez, aún con el hecho insólito de que el novelista opte, por primera vez, por un punto de vista femenino al contar la historia. Es una ficción menos ambiciosa, de mínimos hechos, pero con la prosa característica de un imprescindible de nuestras letras, de una prosa que es siempre imperativo de calidad.

                                                                

jueves, 15 de septiembre de 2011

LUGAR


Lugar

En el cuarto descubro
un retiro dispuesto.
Seduce imaginar
las toscas mordeduras del relieve,
el nudo minucioso de senderos
que invade ese dominio.
Existe aquel lugar,
un archipiélago
ceñido a la intemperie de la espuma,
como existe el pasado
con su ruido de puente levadizo.
Sabré cuando se muestre
el orden natural de su transcurso.
Habrá en esa visión
un hueco estupefacto,
un oculto solar
para que se despliegue
tu silente pureza, tu aire limpio.

     (Mapa de ruta, pág. 103)

lunes, 12 de septiembre de 2011

ELÍAS MORO: INCERTIDUMBRES


El juego de la taba
Elías Moro
Calambur, Narrativa
Madrid, 2010

   Como si asistiéramos a la proyección de una película a ritmo lento, donde los espectadores concedieran a la retina el pausado disfrute de cada una de las secuencias dando tiempo a explorar el encuadre, el colorido, las siluetas formales y el tema así se me antoja esta compilación de breverías que el poeta Elías Moro (Madrid, 1959) ha titulado  El juego de la taba. El volumen lleva el mismo título que el blog personal del escritor; la edición en papel y las entradas digitales, aunque difieren en la presentación ya que no cuentan con el sugerente apoyo de la imagen, comparten un propósito similar: las dos se aplican en dibujar una identidad a partir de una yuxtaposición de asuntos múltiples.
   El cambio de temas es continuo, propiciando un alto ritmo lector. El viaje introspectivo de la vida al paso traza un itinerario en el que sobreviven unas cuantas obsesiones: la muerte, la fugacidad de lo vivo, el amor como asidero en el naufragio, las incertidumbres de lo cotidiano o las actitudes que definen la condición humana inspiran la mayor parte de las anotaciones y son los puntos cardinales que permiten situar las coordenadas de una sensibilidad explícita.
   Otra fuente de conocimiento es la inequívoca presencia de los otros en el paisaje urbano. “Mi mejor espejo son los otros; ellos me devuelven siempre la verdad de lo que ven”. En esa lección desveladora hay perfiles agrios, que hablan de sombra y decepción, y sujetos que viven todavía en la edad de los sueños, de los que se guarda una memoria idealizada. La voluntad existencialista oportunamente nos advierte que es nuestra obligación buscar un punto de equilibrio, un dominio de conformidad para  relativizar el conflicto y poner en práctica la autocrítica; el trigo y la cizaña suelen ser compañeros de viaje.
   No faltan las anotaciones referidas a la literatura. El autor ha practicado la poesía y el relato y es habitual que el sentido de la escritura impulse la asunción de una serie de normas o principios para fortalecer la vocación creativa. Aunque Elías Moro desdeña la teoría y prefiere la práctica escritural, hay textos que cobran la apariencia de poéticas; así leemos en “Recolección”: “El poema, como el fruto, ha de recogerse a tiempo, en su justo momento, so pena de pudrirse en el árbol frondoso de las palabras”.
   Otros hablan de afinidades; en ese rastro de nombres propios están W. Whitman, Neruda, Pacheco, Viñals, Gamoneda, Mestre, Ángel Campos Pámpano, amigos y maestros que refrendan criterios estéticos o cercanía afectiva.
   Nuestro siglo de oro hizo del conceptismo una preceptiva. Elías Moro se incorpora con gusto a esta corriente literaria, nunca periclitada, para entregarnos  El juego de la taba, un libro de apuntes que desde la ironía desmitifica la realidad y rebaja la carga sentimental. Lacónico, inteligente y coloquial, hace de cada tema una reflexión sucinta, una pincelada, un conjunto de trazos que dibuja una experiencia biográfica.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

ISLA DE SILTOLÁ (REVISTA DE POESÍA Nº 4)

Isla de Siltolá  
Revista de poesía
Director: Javier Sánchez Menéndez
Sevilla, 2011
Colaboraciones de
Juan Ramón Jiménez
Rocío Fernández Berrocal
Jesús Hilario Tundidor
Diego Ropero-Regidor
José Luis de la Cuesta
José María Moreno Carrascal
Rafael Juárez
José Luis Morante
Pedro Sevilla
Álvaro Valverde...

PIEDRA CALIZA   (Epitafios)

 Debo el título a un poema de W. H. Auden;  PIEDRA CALIZA 

“He soñado con la realidad. Con qué alivio me he  despertado.”                                                                                                       STANISLAW  J.  LEC


La muerte no  es nada,
cuando existimos ella no existe
y cuando aparece, nosotros desaparecemos.
                                                                                  EPICURO


                        I
En su artesana construcción del silencio,
la muerte no reconoce
ninguna otra verdad.

                       II
Otra noche.
Sobre mí  prosigue su labor
la luna quieta.
Carezco de otra luz.

                        III
Queda mi nombre
y la serenidad de este paisaje
que no sabe quién fui.

                        IV
Agudizo mi vocación fantasma.
Miro sin comprender
y reclamo razones para estar en la nada.
No hay respuestas;
la pureza del aire
habita el desamparo.

               V
Un manto de raíces y una brizna de sol,
pero las formas se han desvanecido
en el escaso jugo de una tierra estéril.
Estoy con otras sombras y nos une
la mansa convivencia,
el aire de familia
de los que nada piden al futuro.

               VI
Vuelven los ecos y dibujan mapas,
un recorrido de memoria y sueño
que convierte al que fui
en terco pasajero de otra ruta
que ya no identifico.
El pasado se puebla
de restos arqueológicos.

VII
Ahora vivo debajo de las cosas,
con vocación de sima.
A tientas me desplazo
sin que se marquen huellas
ni dejen una imagen
los lugares de paso.
Nada sucede aquí;
nada sucede.

               VIII
Callé.
Después de todo,
cobijo la pereza.
En el silencio, nadie;
un estar sin contornos que tantea
y mide con desgana
el transcurrir del tiempo.

               IX
Camino dentro
de un dédalo de calles
tras un rastro invisible.
Prosigue la deriva;
es terca voluntad
que empuja hacia otra parte.
En un tiempo sin tiempo,
ensordecido,
busco un lugar
para empezar de nuevo.


                 X
Epitafios;
un triste empeño en seguir hablando
cuando  se consumió
mi turno de palabra.

(Los epitafios pertenecen a un libro inédito y han sido incluidos en el número 4 de la revista Isla de Siltolá)

domingo, 4 de septiembre de 2011

JAIME SILES: EL LUGAR DEL POEMA.


Cenotafio. Antología poética (1969-2009)
Jaime Siles
Edición de Sergio Arlandis
Cátedra, Letras Hispánicas, Madrid, 2011

   El camino poético de Jaime Siles (Valencia, 1951) arranca en las postrimerías de los años sesenta, tiempo definido por la percepción metalingüística de una nueva promoción que tiene como abanderados a Pere Gimferrer y Guillermo Carnero y cuya foto colectiva fue la celebrada antología de Castellet Nueve novísimos poetas españoles.
   La obra del poeta filólogo abarca cuatro décadas y atraviesa tramos cuya diacronía el propio autor ha esquematizado del siguiente modo: Canon inaugura la etapa inicial que traza una imagen objetiva de la realidad, poesía pura que enuncia la aprehensión de lo matérico y  abarca hasta Música del agua; entre 1982 y 1989, es decir entre Columnae y Semáforos, semáforos, hay otra fase definida por un tono clásico que busca apoyo en el mundo sensible para evitar cualquier distorsión del intimismo; por último se vislumbra un arco temporal de madurez, más existencialista y reflexivo, marcado por el quehacer de Himnos tardíos; en ese poemario resalta un sentimiento trágico en el trasfondo ontológico; nos define la pérdida, un estado que asola el oro de los días y es pálido reflejo, agostada imagen de una expiación.
   Con todo, en el acontecer lírico de Siles, no hay rupturas drásticas; el largo recorrido permite ensayar variaciones de contenidos, apoyarse en distintos magisterios y cambiar rasgos a la identidad del yo poemático. En la génesis de esta escritura hallamos rastros de Vicente Aleixandre y de Jorge Guillén, el plural simbolismo de una expresión hermética y la filosofía guilleniana que vislumbra el entorno vital como un sistema cerrado por el orden, que muestra en sus hechuras simetría y equilibrio y parece ignorar la condición precaria de lo material. De ese percibir nace una vía unitiva entre mundo y sujeto, como si fueran complementarios.
   El complejo trenzado de influencias incluye también un notable interés por el surrealismo y la vanguardia, o el conocimiento directo, por su periodo formativo en Alemania y su faceta de traductor, de poetas germánicos como Hölderlin, G. Benn y Paul Celan, tan presente en Alegoría, el frutos literario más complejo.
   Ya se ha dicho que la última lírica se reconduce hacia una poesía de pensamiento, siempre compatible con un persistente formalismo, con un discurso conceptista definido por su economía y condensación.
   Cenotafio se constituye como una visión integral de un sensibilidad estética que muestra cohesión orgánica y un sentido propio de la palabra poética. Un legado complejo en el que la experiencia de la realidad se convierte también en experiencia del lenguaje. La claridad es siempre aspiración del sujeto; el lugar del poema no está en las oscuridades del lenguaje sino en el angosto túnel de lo existencial. El tejido versal sugiere una afirrnación, un fulgor instantáneo en la conciencia.

jueves, 1 de septiembre de 2011

JAVIER EGEA: PARA ROMPER LA SOMBRA

 Poesía completa (Volumen 1)
Javier Egea
Prólogo de Manuel Rico
Edición de José Luis Alcántara y Juan Antonio Hernández García
Bartleby, Madrid, 2011

   Un amplio tramo literario de Javier Egea (Granada, 1952-1999) está ligado a una bandera colectiva izada en el arranque de los años ochenta: la otra sentimentalidad. El término agrupaba a Álvaro Salvador, Javier Egea y Luis García Montero, tres voces jóvenes de Granada que defendían la semántica conceptual de Juan de Mairena, la rehumanización de los argumentos, el poema como espacio ficcional de un yo desdoblado y el papel de los sentimientos como construcciones históricas, al hilo de las tesis críticas del profesor Juan Carlos Rodríguez.
   La primera entrega de Javier Egea es Serena luz del viento, aparece en 1974, en plena primavera novísima. Aquella carta de presentación constituye un episodio menor en la bibliografía. Es un libro correcto, de aliento clásico, muy cuidado en su textura formal. El contexto histórico –la muerte de Franco y el advenimiento de la transición- incide en la escritura de su segunda salida, A boca de parir, editada en 1976. Los poemas enriquecen su imaginería, se tornan más herméticos y los versos aportan una mayor carga simbólica.
  En Argentina 78 la palabra se convierte en grito para reforzar la causa de las madres argentinas de la Plaza de Mayo. La ignominia dictatorial de Videla deja un sangriento reguero de víctimas y desaparecidos. Los poemas testifican el horror con una dicción cortante e incisiva y hacen frente común con el colectivo desde una poesía de reflexión civil. En el cuaderno son ostensibles las afinidades con la poética realista de B. Brecht, donde la perspectiva de escritura revela los nexos causales de la sociedad.
   El cuerpo central está formado por tres títulos, Troppo mare, el celebrado Paseo de los tristes y Raro de luna. En ellos están los poemas cimeros, los que mejor identifican el quehacer creativo del granadino. Troppo mare data de 1984 y está dedicado a Juan Carlos Rodríguez. La cita de P. Pasolini es también un guiño de complicidad al grupo. Un año antes se había publicado El jardín extranjero y en ese libro de Luis García Montero también es muy perceptible la presencia del neorrealista italiano. En este poemario cobra plena vigencia la estética realista y la intimidad se convierte en principal venero argumental; el yo biográfico y la voz poemática comparten sentimientos y reacciones frente a la realidad.
   Paseo de los tristes ha agotado varias ediciones y despierta una querencia inmediata en el lector por su “temperatura emotiva y por la dicción atemperada”, como escribió en el prólogo Ramiro Fonte. La imaginación onírica enriquece el callejero de Granada, transforma la ciudad real en refugio sentimental para que un paseante desgrane secuencias y sondee el tacto reseco de lo laborable. Los poemas cortos, los finales rotundos, la dicción comunicativa, la mezcla de poesía popular, narrativa e intimista convierten al título en una referencia de la mejor poesía escrita en los ochenta. Raro de luna toma su título  de la sonata de Beethoven, Claro de luna. Amanece en el prestigioso catálogo de Hiperión (Madrid), en 1990. El libro cuenta con un prólogo de Antonio Jiménez Millán y con ilustraciones de Rafael Alberti. Es un volumen indagatorio con claras deudas con el psicoanálisis, pero también con la poesía de Alberti y Lorca y con algunos pasajes del teatro clásico español.  
   El último proyecto poético es Sonetos del diente de oro. Del mismo se habían anticipado algunas composiciones en revistas, antes de su salida en 2006. Lleva como pórtico una cita de Jorge Luis Borges y contiene diez sonetos en verso alejandrino con la apariencia de cortos cinematográficos que resuelven un argumento con celeridad.
  La edición de Bartleby, enriquecida con una bibliografía crítica selecta y con minuciosos datos técnicos sobre primeras ediciones, recupera la figura y el corpus lírico de Javier Egea y lo que supuso en la historiografía literaria del fin de siglo. Sus poemas aliñan periplo biográfico, material ideológico y el conocimiento de distintas tradiciones para buscar la palabra necesaria, ese aliento que convierte al poema en un “pequeño pueblo en armas contra la soledad”.