jueves, 28 de junio de 2012

AQUEL INVIERNO.



Nuevos aforismos:

Adorna cada uno de sus actos con un argumento apologético.

Impostura contable para demostrar que sus labores cívicas y familiares no son imposturas.

Brotes señeros de su especialidad: imita como nadie el bostezo de los cocodrilos.

El cajón oscuro de mi mesa atenúa pretensiones. Los inéditos miran de reojo la papelera de reciclaje.

Las malas críticas negocian con el recuerdo para convertirse en asuntos pendientes.

Cada una de sus palabras contribuye a la liquidación por derribo del futuro.

La madurez convierte el deseo en un ratón espantado.

lunes, 25 de junio de 2012

EDWARD HOPPER.



 Tengo una acuarela de Edward Hopper (1882-1967) como cubierta de un poemario inacabado, en cuya gestación me aplico con pereza desde hace un lustro. Es una pequeña reproducción del cuadro adjunto, un óleo que refleja el ensimismamiento de una mujer desnuda que mira la claridad del día sobre los tejados. El cuadro da la impresión de una cronología suspendida y de una llelleza estática.
Ahora el museo Tyssen Bornemisza ha organizado una exposición muy completa del artista. Nacido en Nyack, Hopper es un neoyorquino de adopción; allí se formó y allí encontró la temática esencial de su ideario estético. Mi hija acaba de visitar la muestra anticipándose a mi propia visita y me trae como regalo unas cuantas postales y dos cuadernos blancos con cubiertas de Hopper. Es un regalo muy grato.
Antes de su consagración como pintor figurativo, Hopper fue ilustrador comercial y grabador. Eran quehaceres provisionales de los que nunca se acordaría tras el éxito de una exposición de acuarelas que supuso su entrada en la dinámica comercial del arte. Después completaría una fructífera carrera pictórica en la que se convirtió en el mejor testigo de la clase media americana.
Su lenguaje procede de relevantes influencias: Velázquez, el realismo holandes del XVII, Courbet, Manet  y sobre todo Degas. Un listado de nombres propios que nutrió su captación de lo real y su gama cromática.
Hopper sigue conmigo. Pone unas briznas de color en mi poesía y asiente cuando hablo en mis poemas del realismo quieto de lo cotidiano y del tono crepuscular de la periferia urbana y de algunas zonas residenciales.
Algún día acabaré el poemario inédito pero mi admiración por Hopper seguirá intacta. Nadie como él ha captado la piscología de la arquitectura urbana, la forma de vivir en soledad en medio de la multitud.  

viernes, 22 de junio de 2012

RIVAS 1989. HISTORIA PERSONAL.



   Cuando llegué a Rivas-Vaciamadrid, en julio de 1989, era una ciudad en construcción, con terrenos acotados y grúas en pie. Todo estaba por hacer salvo el pequeño núcleo rural reconstruido en 1957, en el Plan General de Regiones Devastadas, tras desaparecer completamente en las operaciones de la batalla del Jarama, durante la guerra civil. Los nuevos habitantes teníamos la sensación del colono y parecía posible descubrir el Mediterráneo.

   En los jardines recién sembrados, que sustituían a las gramíneas, al centeno silvestre y al cardo, se plantaron carteles que enunciaban: “Cuidado. Niños en libertad” y todos los vecinos del chalet adosado pusieron ladridos insomnes en su nueva parcela, desaliñados chaldals en la práctica deportiva y animales domésticos en los cojines del sofá.

   No parecía el sitio ideal para radicarse; el entorno paisajístico era un páramo con vísceras calizas, cerca un vertedero asumía los restos de la capital y en la lejanía se veía bien la torre de televisión y las siluetas urbanas de los rascacielos madrileños. La capital estaba cerca y lejos porque las líneas de transporte público todavía no funcionaban y tuvimos que salir muchas veces detrás de una pancarta para que tunelaran el metro.

   Casi todos los edificios públicos se asentaban en naves prefabricadas; pero los escasos funcionarios que atendían tenían un gesto perenne de bienvenida, como si dieran confianza a los propietarios que hipotecaban en créditos bancarios veinte años del futuro.

   Ya entonces mi actividad predilecta era la literatura y con visible intranquilidad sacamos adelante algunos proyectos culturales que hoy enorgullecen. Fue el tiempo de la revista Luna llena, con Isabel Miranda y Manuel López, y en la universidad popular, con sede provisional en Pablo Iglesias, empezaron a programarse encuentros con autor. Por Rivas pasaron José Hierro, Francisco Umbral…

  De aquellos días hace veinticinco años y se corre el riesgo de que los recuerdos se olviden o se reescriba el pasado con esa ligereza que la mentira adquiere en algunas biografías prestadas. Hace mucho tiempo; tanto que el pasado ha envejido en la memoria y es necesario despertarlo de nuevo para reconocerme.  


martes, 19 de junio de 2012

JOAN MARGARIT. EL PRIMER FRÍO.

 
El Primer frío. Poesía (1975-1995)
Joan Margarit
Visor, Madrid, 2004

   Joan Margarit (Sanaüja,1938) compila en  El primer frío una producción textual que abarca tres décadas de un proceso creativo sometido a continua revisión. El inicio rescata la poesía de 1975 y llega hasta 1995  pero las variables respecto a la edición original  son tan numerosas que sugieren una explicación detallada. El prólogo recuerda que la vocación lírica despierta en Tenerife, donde la familia se había instalado en 1954, inaugurando una etapa enriquecedora cuyas instantáneas serán rememoradas con frecuencia. Ya en Barcelona, Margarit se matricula en la Escuela Superior de Arquitectura, pero el deseo de un destino literario es tan intenso que abandona las aulas para incorporarse a un trabajo editorial. Sin embargo, no se cumplen sus inquietudes y vuelve a la universidad donde concluye la carrera de Arquitectura, en la especialidad de Cálculo de estructuras.
  Su formación científica arropa el planteamiento mental con que se acerca al material poemático: “pienso que no es una coincidencia baladí que el Cálculo trate de lograr la máxima resistencia y estabilidad con el mínimo de material (en general acero y hormigón)  y que la poesía trate de decir el máximo con el mínimo de palabras: al igual que las matemáticas son las más exactas de las ciencias, la poesía es la más exacta de las letras”.
  El trayecto arranca en Crónica, libro en castellano del que se recuperan varias composiciones reescritas, con lo que la etapa en esa lengua queda prácticamente abolida. Después de cinco años el autor regresa a la poesía utilizando el idioma vernáculo. Firma una decena de títulos y cosecha abundantes premios que lo convierten en protagonista relevante. También este segundo tramo ha sufrido un reajuste severo; del mismo se incluyen treinta y seis poemas bajo la denominación Restos de aquel naufragio.
  Será Luz de lluvia el que inaugure la etapa en la que el poeta reconoce plenamente la voz y en la que se integrarán Edad roja, Los motivos del lobo y Aguafuertes. El aserto “El primer frío” figura en esta entrega en una composición que tiene como hilo argumental un debate entre arte y vida que es, en último término, uno de los ejes orbitales de Joan Margarit.
   Bajo el supuesto estético de que el poema debe modelar un interior habitable, hay una estricta concordancia entre el yo existencial y el sujeto poético: la palabra da fe de lo vivido; utiliza el pasado como sustrato temático para que afloren los indicios de una realidad vital. El cúmulo de experiencias da paso a una meditación en la que predomina el sentimiento elegíaco y la certeza de una temporalidad ineludible que condiciona las distancias entre lo subjetivo y la otredad.
   La escritura, como cualquier cosmovisión singular, cimenta un conjunto de obsesiones que se expanden mediante variables; recurre a la clarividencia del matiz. En la exposición de la intimidad hay unos cuantos personajes referenciales: Raquel, Joana, Tío Luis…cada uno cumple una función emancipadora del aporte sentimental del yo poético. Raquel – o Mariona- es la culminación de lo amoroso, el erotismo y la plenitud de una convivencia que no está libre del envejecimiento pero que ha proporcionado al yo un asidero. Joana – la hija minusválida- es en su fragilidad y en su condición vulnerable el detonante de un aprendizaje que no concluye, ni siquiera con su desaparición; connota el fondo de invierno del dolor, el rostro de una belleza profunda y desconocida, la cercana presencia de la muerte. Tío Luis participó en la batalla del Ebro y tuvo un comportamiento heroico salvando a uno de sus compañeros; en la amarilla grisura  de la posguerra, es la figura en la que lo ideal encuentra sitio cuando el proceso de resignación y la renuncia a cualquier utopía parecen haber desvanecido la posibilidad de una causa. Tío Luis es la  ética que se resiste a claudicar.
  En los poemarios reunidos hay una confluencia de contenidos; se repiten temas: la indagación en los aspectos biográficos y las travesías de la memoria, las sombras de espacios interiores como el vacío, las pérdidas o el cansancio, la música, el mar, los viajes, o la ciudad. Dentro de cada motivo lo simbólico sale reforzado. La música se asocia con frecuencia a un tipo concreto de melodía: el jazz, la individualidad de sus intérpretes, el marco peculiar de las veladas en el que era posible hallar un  refugio a trasmano de la inercia diaria. Lo mismo sucede con la ciudad aunque es Barcelona –son frecuentes las localizaciones populares- el espacio urbano es sobre todo la descripción de estados anímicos asociados al transitar diario.
   Desde una lucidez que objetiva la emoción, se busca una expresión precisa, alejada del hermetismo, que se decanta por lo coloquial y que propende a lo narrativo con una cuidada secuenciación rítmica en la que no hay cambios bruscos.
   El primer frío nos da la versión definitiva de un discurso poético que busca su razón de ser en  dejar trazos de una identidad articulada en días sin retorno. La fugacidad, esa sencilla estela que precede al olvido y anticipa la despedida general, habrá permanecido inalterable. Recostada en el papel, la palabra expresa un instante concreto que convierte al poema en una huella.


                                                                                




domingo, 17 de junio de 2012


Tiene la impresión de quien acaba  de despertarse, 
pero en su mirada también se aprecia que viene de muy lejos.

                                                                 RAYMOND CARVER

Contable o profesor lo somos todos,
pero existen instantes en los cuales
uno puede escapar de la derrota.

                                            JOAN MARGARIT

Lugar


En el cuarto descubro
un retiro dispuesto.
Seduce imaginar
las toscas mordeduras del relieve,
el nudo minucioso de senderos
que invade ese dominio.
Existe aquel lugar,
un archipiélago
ceñido a la intemperie de la espuma,
como existe el pasado
con su ruido de puente levadizo.
Sabré cuando se muestre
el orden natural de su transcurso.
Habrá en esa visión
un hueco estupefacto,
un oculto solar
para que se despliegue
tu silente pureza, tu aire limpio.

                (DVD, Barcelona, 2005)




viernes, 15 de junio de 2012

LECTURA EN LA PISCIFACTORIA.


(Jesús Urceloy y José Luis Morante
 en LA PISCIFACTORÍA
Foto de Celia Sánchez)

Pasé por el fin de curso de LA PISCIFACTORÍA, el laboratorio de creación que dirige Gonzalo Escarpa. El profesor del taller de poesía, Jesús Urceloy, había programado un encuentro en torno a mi itinerario poético, a través de Mapa de ruta, antología editada en 2010, en Maillot Amarillo. La coincidencia horaria con el partido de fútbol de la selección nacional ante Irlanda convirtió el acto en una reunión de amigos.
Antes paseamos por Malasaña, entre terrazas, cerveza fresca y banderines. En la librería "Las tres rosas amarillas" -la única de la capital especializada en el relato breve- su dueño me regaló el libro Matar en casa, compilación de cuentos de Jesús Urceloy. Ya en LA PISCIFACTORIA el ambiente era muy distendido; nada cuesta intimar con los alumnos y explicar algunas claves de mi forma de entender el poema. Junto a los  habituales, Marisol Huertas, generosa y atenta, y Fernando López Guisado que, desde Rivas, me abruma con sus elogios y a quien temo aburrir porque seguramente repetiré poemas y opiniones.
Una vez más insisto en la lectura como actividad germinativa, en la comunicación, el cuidado formal y en la necesidad de buscar un sitio propio, exento de etiquetas de talla reducida y escuelas.
En el animado coloquio posterior, renacen las cuestiones que cada vez que se formulan sorprenden con nuevos matices: la inseguridad en lo escrito, los problemas de edición, los registros y géneros, la actualidad cultural y el futuro imperfecto y digital...
Siempre que concluyo una lectura, el círculo de amigos caba desvaneciéndose. esta vez no. Todos los asistentes se congregaron en torno a la mesa del afecto, bien surtida de bebidas y aperitivos. Había que cantar el "Cumpleaños feliz" de Déborah, Ricardo estrenaba libro, Marisol repartía queso y sidra y la ventana abierta era concurrido refugio de fumadores. El momento perfecto para una foto, mientras desde la calle ascendían los rumores festivos de la goleada. Esta vez marcó Torres...  

miércoles, 13 de junio de 2012

GAFAS DE SOL


Aforismos del trópico

         Para los que caminan extraviados en el pesimismo

Las gafas de sol ocultan una mirada estrábica. 

Alquiló una sonrisa respetable para fingimientos y usos cívicos.

Tarde de café con reproches y una burbuja onírica que respalda el pasado común.

Ese tenso diálogo entre una cobardía expansiva y el remordimiento.

Su optimismo sugiere que la lógica cierra el camino al caos.

Músculos vigorosos, épicos, espartanos para transportar un paraguas en los días de lluvia.

 Tras el largo proceso de aprendizaje, no sé masticar chicle.

Tartamudez de ideas.

Una biografía llena de traspiés. Como Cervantes.

De su ignorancia aprendí mucho. Pero no lo sabe.

Es tarde; el momento justo de hacer casi todo.

¿Vidas? Patéticas imitaciones que súbitamente se desvanecen.

lunes, 11 de junio de 2012

STEAMPUNK. RETROFUTURISMO.

 Steampunk: antología retrofuturista
Félix J. Palma (ed)
Fábulas de Albión, 2012

  En el preliminar, Félix J. Palma, editor y coordinador de esta antología de relatos, aporta una definición elemental del steampunk que facilita el acercamiento del lector; el subgénero de la ciencia-ficción mira en su origen la novelística de Julio Verne y H. G. Wells para incidir en aspectos derivados del positivismo científico, la revolución industrial, la popularización de las máquinas y la confianza en la ciencia como dispensadora de utopías al alcance de la mano. Son señales recurrentes que los autores escogidos concretan con los caracteres singulares de su taller.
   El narrador burgalés Óscar Esquivias elige un argumento en el que prevalece un entorno musical para un cuento largo que entremezcla culturalismo, humor y truculencia. Pese a la oposición familiar, un estudiante sólo ve en su futuro sitio para la música y a esa obsesión creadora subordina su moralidad y su conducta. Fernando Marías hace justicia al western, un género cinematográfico de culto y crea un espacio de personajes extremos y tramas exaltadas, con acción continua y diálogos lacónicos, contagiados por la aridez del paisaje. Un pilar básico de esta filmografía, Clint Eastwood inspira la personalidad del protagonista. El cuento no es sólo un homenaje al western sino una muestra de excelente resolución argumental. La elaboración de José María Merino insiste en el análisis lógico de lo real. El pensar cartesiano razona sobre la proliferación de artilugios impulsados por el vapor y los efectos de su empleo diario en el ser colectivo; la evolución tecnológica revoluciona el sentido del tiempo: llegan la prisa y la deshumanización. “London Gardens” el relato de Juan Jacinto Muñoz Rengel supone la existencia de vida inteligente en el planeta Marte y el estudio científico de muestras plantea interrogantes capitales, como la naturaleza de otras vidas y sus caracteres científicos. El estilo documental del cuento sugiere un tono científico. Andrés Neuman anticipa un futuro de autómatas, perros digitales y tiendas virtuales para una cuenta atrás en la que el planeta inicia un regreso, tras un atentado terrorista global, que lo reinstala en la amanecida de la imprenta. La destrucción de un modo de vida obliga a una refundación que soporta una pautada selección natural de la que no está exenta la cultura y el libro escrito, que multiplica sus efectos propagadores. El ambiente decimonónico de los barcos de vapor del Mississippi empapa la propuesta de Fernando Royuela. Su cuento, “Flux” mexcla episodios históricos de la guerra carlista, anédotas de tahúres que apuestan todo a la incertidumbre del naipe y la sorprendente presencia de artefactos a vapor, impulsados sobre el cauce del Guadalquivir.  Luis Manuel Ruiz firma el relato “Dynevor Road” cuya trama encara una indagación en la locura, esa enfermedad que cobija los misterios del alma y los espasmos de la inteligencia. Una extraña máquina para la experimentación tiene efectos nefastos en los científicos que la emplean. El accidente genera una desolación que unifica el pasado y el presente. En “Aria de la muñeca mecánica”, Care Santos propone un largo viaje al mundo de los deseos cumplidos a partir de la llamativa colección de autómatas, concebida para el espectáculo y para satisfacer los requerimientos de los usuarios en su búsqueda de la felicidad. José Carlos Somoza opta por el formato epistolar. La carta “That way wadness lies”, una expresión que W. Shakespeare utiliza en El rey Lear sugiere dónde reside la locura y se convierte en una ordenada exposición sobre una peculiar cámara fotográfica que retrata espíritus y somete a quien la emplea a experiencias extremas de contemplación de espectros móviles. Ecos al fondo de los mundos de Lewis Carroll.  Una historia de vampiros es el relato seleccionado de Ignacio del Valle. En el tiempo de espera para actuar sobre una nueva víctima, Marcio indaga sobre la relación diaria de los seres humanos con la angustia y la erosión del cuerpo, en un terco proceso que nunca se detiene. Corresponde a Pilar Vera un cuento sobre la madurez, sobre esa actitud que desconfía del progreso y su capacidad de transformación de tiempos y espacios reales. En un extraño estudio fotográfico un joven fotógrafo se afana en retratar fallecidos en su perfecta quietud; sin embargo las placas no muestran lo que ve. Cierra la muestra Marian Womack con un cuento sobre una experiencia bélica de hombres alados, barcos voladores y globos aerostáticos. Es la historia personal de un fracaso que intenta recomponer su existencia en otro espacio y que en su itinerario va recibiendo nuevas señales que lo conducen hacia un desolador destino final.
   Los textos de esta compilación comparten el optimismo sociológico de la revolución industrial y el afán expansivo de la época victoriana. El intelecto humano ha sido capaz de inventar la máquina y su uso generalizado hace posible un mayor dominio de la realidad. La máquina establece una relación de proximidad con lo imposible, ya sea un viaje al fondo del mar, la conquista interestelar o el ensanchamiento geográfico del planeta. La ciencia y la razón firman una alianza de progreso, así que ¡ más madera!

sábado, 9 de junio de 2012

EL CONFORMISTA


El conformista


El tiempo rellenó su biografía
con parquedad de datos
y un rosario de nombres familiares.
Su vida fue un estático paisaje
mostrándole un futuro
de amables horizontes.
Depuró pretensiones
y fiel a esta visión mantuvo siempre
una estrechez de miras encomiable
por cuyo territorio
repta obsesiva la monotonía.
Si nada importa el cómo,
escasas huellas dejan los porqués
y el dónde es un espacio reducido
a la medida de mejores tiempos.

( De Mapa de ruta,  pág. 75, Maillot amarillo, 2010)

miércoles, 6 de junio de 2012

LA TECLA DEL SARCASMO.


(José Luis Morante. Foto de Thyzzar)


Hay sujetos –él y ella, ellos y ellas- que tocan a menudo la tecla del sarcasmo. La pulsan convencidos de su sonoridad y su eficacia, como si provocara en los espectadores un asentimiento placentero al percibir que la burla cruel o la ironía mordaz son altas expresiones de ingenio de un intelecto activo.

Convivo con un entorno amable –soy un tipo afortunado- en el que disuena de forma estrepitosa el sarcasmo. Y por eso he tardado en descubrir la razón de mi tolerancia o la quieta paciencia que me lleva a dejar sin respuesta una actitud que no soporto.

Ahora sé cuánta amargura en la sombra lleva a la práctica del sarcasmo: la inseguridad de quien carece de certezas y piensa que todo es relativo; la soledad, la insatisfacción personal, el fracaso afectivo, el resentimiento de quien ve culpables siempre al otro lado del yo, la ignorancia, la mezquindad o la envidia… Y sé la única razón para soportar el sarcasmo y la soberbia de quien no se conoce en los espejos: creíamos que quien usa el sarcasmo era otro; le habíamos concedido una identidad equivocada.

Pero el cansancio aflora y uno encuentra el sarcasmo vomitivo y vulgar como un pelo en la sopa; sarcasmo casposo en el asiento del pasajero, cuando uno invita al viaje y abona todos los peajes; sarcasmo en la mirada rugosa que descubre en un mural de años de trabajo la cagada de una mosca; sarcasmo en la palabra que felicita con toses o en el labio que besa con salivillas o en la mano sudosa que saluda...

Y el torturado por el sarcasmo encuentra en el desprecio un poderoso motor para decir "basta"; para mirar con ojos de vacío;  para no perder ni un segundo de tiempo propio con aquellos que pulsan, mezquinos, suficientes, la estrepitosa tecla del sarcasmo.


lunes, 4 de junio de 2012

“THIS IS THE END” EN EL CIRCO PRICE


   En los últimos años el circo ha tenido para mí una existencia silenciosa e inadvertida, así que regresar a las gradas del Circo Price, junto a La Casa Encendida, me sorprendió con un enfoque inédito; desconocía la severa mutación del tiempo entre aquel circo ingenuo de payasos y bofetadas y los nuevos montajes escénicos, acrobáticos y existenciales, conceptuales y minimalistas.
   El espectáculo  “This is the end” que impulsa el Circo Escuela Nacional de Francia, dirigido por David Bobee, plantea una reflexión sobre nuestra existencia, con un punto de partida catastrofista. Como si el universo saliera de un derrumbe, un estallido nuclear, una pandemia ominosa o de un regreso al punto crítico de la historia, las escenas casi siempre sugieren una devastación previa que incita a caminar de nuevo y a buscar un trayecto en construcción. Todos los elementos domésticos –lámparas, mesas, sillones, camas…- están revueltos, fuera de su espacio natural, como si la casa del yo individual, reflejo de un espacio colectivo, se hubiese convertido en un lugar inhabitable.
   La excusa narrativa integra diez cuadros que en su discurrir fragmentario gozan de clara autonomía y nos dejan sensaciones intensas. A ello contribuye la música, la desnudez del escenario y la elasticidad insólita de los actores con desplazamientos de engañosa sencillez: la ascensión al mástil chino, la cuerda, la báscula coreana, el monociclo, las telas, los malabares…En la puesta en escena, recupero esos ambientes que sugerían  el tema de The Doors (1967)  que  F. F. Coppola incorporó a la banda sonora de Apocalypse Now, o “Live perfomance” de Pink Floid; sobrecoge el ánimo una música solemne, reiterativa, neurótica que zarandea el tímpano e impide el sosiego.
  Cada una de las secuencias aporta un texto complementario sobre el protagonista del número, que se somete a un diálogo introspectivo o a un dilema moral de respuesta imposible: ¿Qué hacer si en tu existencia sólo cinco minutos quedaran por consumir? ¿Si has descubierto la libertad, volverías a una ciudad asediada, donde están tu familia y tus raíces ? ¿Si tuvieses un problema físico real y tangible, los problemas abstractos te causarían alguna angustia?  
       “This is the end” tiene una duración de casi dos horas, pero las agujas de su reloj se mueven con la celeridad de una propuesta que mantiene el interés del espectador que acaba participando en un diálogo sobre un universo que no es ni grande ni pequeño, sólo es complejo.

sábado, 2 de junio de 2012

FERNANDO MARÍAS. RASTROS.

Todo el amor y casi toda la muerte
Fernando Marías
Premio Primavera de novela 2010
Espasa Libros, Ámbito Cultural, Madrid 2011

Guionista de cine y escritor de amplia y reconocida trayectoria, Fernando Marías (Bilbao, 1958) consiguió el Premio Primavera de novela con Todo el amor y casi toda la muerte. La ficción arranca con sonido aforístico: “Todo es nada, todo es a lo sumo tiempo que fluye”. Esa metafísica del devenir existencial, lugar común de la tradición en autores tan alejados como Jorge Manrique, Quevedo o José Hierro, suscita en el cauce argumental una reflexión complementaria: si el trecho final concluye en un horizonte desnudo, sin posibles asideros, hay que aceptar que estamos condenados al vacío, a un presente de soledad e incertidumbre que nos convierte en sombra. De ahí ese estar semifantasmal de algunas biografías de la novela.
  Juan Bastian, desde hace cuatro años es un fugitivo que huye de los hombres de Humberto, supuestos sicarios mafiosos de la especulación inmobiliaria. En esa identidad de superviviente le quedan la angustia, el terror y el recuerdo contradictorio de Vera. Se siente un fantasma abandonado a un destino azaroso. La clandestinidad forzada del perseguido le hace vivir anclado en la memoria para dar sentido a la sucesión de causas y efectos que han minado su perfil. Por eso vuelve a Padrós, el enclave costero donde sucedieron los acontecimientos que sometieron su vida a una severa metamorfosis.
  Pero en Padrós no encuentra respuestas sino nuevas preguntas. El pasado se solapa con el presente, como si estuviésemos obligados a un tiempo cíclico donde se repiten situaciones de impacto, aunque los protagonistas dejen su caligrafía vital en épocas diferentes. Fue en esa localidad costera donde un poeta local, Gabriel Ortueño Gil mantuvo la ilusión amorosa de Leonor que concluyó de manera trágica; también el mismo marco fue escenario de la muerte de Eloy en el presente o de la búsqueda de Bastian. El olvidado poeta ha dejado un manuscrito titulado todo el amor y toda la muerte en el que relata episodios autobiográficos. El manuscrito es el único legado que deja Eloy tras su muerte. El extraño material provoca desconcierto porque narra una historia de amor con un ser transparente y submarino, una materia acuosa irreal que hace pensar en un desvarío alucinatorio o en un relato fantástico, urdido por una mente perturbada.
  Ese entrecruzamiento de tramas en un espacio tan reducido hace que abunden los puntos de conexión y que las coordenadas vivenciales de los distintos protagonistas se vean con ángulos nuevos e inesperados.  Pretérito y actualidad giran alrededor de dos estados del existir que tiene la solidez de verdades rigurosas e incontestables: el amor y la muerte; dos itinerarios que discurren en sentido inverso.
   Fernando Marías crea en  Todo el amor y casi toda la muerte un complejo laberinto de personajes y tiempos para desarrollar un tejido relacional lento, que combina amores y venganzas, secretos y ambiciones; un hilo argumental que avanza con una fuerte tensión narrativa y permite una honda indagación en los contraluces de la condición humana.