lunes, 15 de diciembre de 2014

PATRICK MODIANO. GENEALOGÍA SENTIMENTAL

Un pedigrí
Patrick Modiano
Anagrama, Barcelona, 2007
 
GENEALOGÍA SENTIMENTAL

   El novelista francés Patrick Modiano (Boulogne-Billancourt, 1945) es el galardonado con el Premio Nobel de Literatura 2014, según la Academia Sueca “por su arte de la memoria con el que ha evocado los destinos humanos más difíciles de retratar…”. Por eso, la mejor puerta de acceso a la extensa producción narrativa de Modiano es la novela Un pedigrí, que Anagrama editó en 2007 y que pude leer aquel año, no como si fuese una novela sino una documentada crónica personal en la que el autor se elige a sí mismo como protagonista principal para exponer con voz directa los pormenores biográficos.  Intenso, meticuloso y con una atención desvelada hacia el detalle,  Patrick Modiano parece un dietarista soliviantado con la incontinencia de lo cotidiano. Ahora, tras la concesión del Premio Nobel, vuelvo a recuperar su escritura y la impresión persiste: en las tramas hay una fusión estricta entre el yo literario y el sujeto biográfico, mientras se buscan puntos de referencia en el pasado para establecer, como esos caniches de raza, un supuesto pedigrí genealógico.
   La voz narrativa camanina sin identidad y sin el peso del recuerdo. Quiere conocer sus orígenes y lo que descubre no se oculta, es contado con la gelidez de quien camina sobre el suelo inestable y movedizo del fango. Sus padres lo rechazan, su madre nunca está, su hermano murió con apenas diez años y su formación académica es una sucesiva clausura en internados lejanos en los que nunca hay sitio para la ternura.  No hay pedigrí sino un ahora al paso en el que el yo pasa lista en un cuartel vacío. Se ha dicho muchas veces que los días de infancia constituyen ese temprano paraíso que nunca se abandona porque concede a quien lo sueña seguridad y refugio. El autor francés es drástico en su evocación de la infancia y de los primeros años juveniles. No existe el paraíso, solo un espacio que acumula sin orden retazos de un paréntesis vital, en el que solo tuvo cabida el desconcierto. Quien se mira en la lisura gris de los espejos nunca fue un aspirante a la felicidad.

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