domingo, 30 de octubre de 2016

PIEDRA CALIZA (EPITAFIOS)

En la pared del fondo

                               PIEDRA CALIZA
    
He soñado con la realidad. Con qué alivio me   he despertado.                                                                                            STANISLAW  J.  LEC

La muerte no  es nada,
cuando existimos ella no existe
y cuando aparece, nosotros desaparecemos.

                                                                          EPICURO
I

En su artesana construcción del silencio,
la muerte no reconoce
ninguna otra verdad.

II

Otra noche.
Sobre mí  prosigue su labor
la luna quieta.
Carezco de otra luz.

III

Queda mi nombre
y la serenidad de este paisaje
que no sabe quien fui.

IV

Agudizo mi vocación fantasma.
Miro sin comprender
y reclamo razones para estar en la nada.
No hay respuestas;
la pureza del aire
habita el desamparo.

V

Un manto de raíces y una brizna de sol,
pero las formas se han desvanecido
en el escaso jugo de una tierra estéril.
Estoy con otras sombras y nos une
la mansa convivencia,
el aire de familia
de los que nada piden al futuro.

VI

Vuelven los ecos y dibujan mapas,
un recorrido de memoria y sueño
que convierte al que fui
en terco pasajero accidental
de otra ruta
que ya no identifico.
El pasado se puebla
de restos arqueológicos.

VII

Ahora vivo debajo,
con vocación de sima.
A tientas me desplazo
sin que se marquen huellas
ni dejen una imagen
los lugares de paso.
Nada sucede aquí;
nada sucede.

VIII

Callé.
Después de todo,
cobijo la pereza.
En el silencio, nadie;
un estar sin contornos que tantea
 y vela con desgana
el transcurrir del tiempo.

IX

Camino dentro
de un dédalo de calles
tras un rastro invisible.
Prosigue la deriva;
es terca voluntad
que empuja hacia otra parte.

En un reloj sin tiempo,
ensordecido
busco un lugar
para empezar de nuevo.

X

Epitafios;
triste empeño para seguir hablando
cuando  ya consumí
mi turno de palabra.

              (De Ninguna parte, Sevilla, 2013)


            

viernes, 28 de octubre de 2016

FERNANDO ARAMBURU. PATRIA

Patria
Fernando Aramburu
Tusquets Editores, colección andanzas
Barcelona, 2016

EN EL LABERINTO

  Pocos términos contienen la ambigüedad semántica del sustantivo “patria” y son escasos los nombres comunes que han prodigado más argumentos para la demagogia, el fanatismo y las convicciones totalitarias en el suelo yermo de una realidad nublada. Sin embargo, sus letras definen una localización de coordenadas precisas. La patria es el lugar común de la convivencia, esa plaza pública que aglutina una identidad colectiva y mestiza, hecha hombro con hombro en el discurrir del calendario.
  Fernando Aramburu (San Sebastián, 1959), licenciado en Filología Hispánica, y residente en Alemania desde 1985, donde trabaja como profesor de español en la localidad de Lippstadt, es autor de una extensa creación en prosa iniciada en 1997 con  Fuegos con limón, obra ganadora del Premio Ramón Gómez de la Serna. Su recorrido literario aglutina ficciones y cuentos. El escritor titula Patria su última novela, una recreación repleta de verosimilitud de la vida en Euskadi tras el anuncio de la banda terrorista ETA de poner fin a su tenebroso fanatismo. A partir de ahí se abre un ahora complejo; caben distintos enfoques al abordar los cambios de un trayecto común, transformado en espeso laberinto. En el escenario vasco toma sitio un marco convivencial entre asesinos, callados, indiferentes y víctimas; todos deben realizar gestos añadidos al alero de lo necesario como el reconocimiento del daño, el perdón y la necesidad de salir adelante sin que el resentimiento sea la brújula que incomode la paz social.
  En ese contexto histórico se sitúa la dolorosa historia de Bittori, una mujer viuda que regresa al pueblo tras el anuncio de la tregua para abrir la puerta del pasado y rememorar los acontecimientos que llevaron al asesinato de su marido. El supuesto justiciero es hijo de los amigos de siempre; pared con pared, fue cavando el largo túnel hacia el independentismo radical, llenando la mochila de la sinrazón con palabras justificatorias: patria, liberación, independencia, lucha social, fuerzas de ocupación en Euskal Herria…
  Es difícil adentrase en la lectura de Patria sin tomar partido ideológico. Los capítulos exigen una parada obligatoria en ese largo tiempo que llenó de atentados las calles de Euskadi, con el silencio de tantos cómplices, con la mirada hacia otra parte de los que dejaron solos a quienes señaló la diana. Fernando Aramburu abre el argumento de alta temperatura dramática a una concurrida plaza de actores, para que cada uno juegue el papel asignado por su propia conciencia. Pero en esta coral sobresale con singular relieve la entereza de Bittori, la viuda del Txato. Su regreso provoca de inmediato la inquietud de los otros figurantes del drama como sus hijos, Xabier y Nerea, o el heterogéneo vecindario del municipio. El vacío a su alrededor es visible, y los gestos ambiguos de los equidistantes, como el cura Don Serapio, que establece una cínica teoría de cristiano que perdona y se resigna y antepone la conveniencia política a la auténtica fe cristiana, aunque sea bajo el disfraz de la reconciliación. También el empeño de Miren, la madre del terrorista Joxe Mari de alinearse en el espejismo de la lealtad ideológica para no ver la sangre en el comportamiento de su hijo o para argumentar el asesinato de su antiguo amigo como un acto necesario de la lucha armada.
  La novela de Fernando Aramburu vuelve los ojos a un periodo convulso muy cercano en el que entremezclaron intrahistorias individuales y los pasos torpes de una cronología social cuyas heridas no han cicatrizado, un tiempo en el que el fanatismo nacionalista hizo del terror un argumento político, con el silencio de muchos ante el laconismo inmutable del tiro en la nuca. Y aún así, “hay que llenar la vida de argumentos, tener un orden una dirección, poner a cada amanecer un motivo de veras estimulante para saltar de la cama, si no con ilusión al menos con energía e impedir que de pura inactividad se te anquilosen hasta los pensamientos” (p. 476).  



   

 






                 

jueves, 27 de octubre de 2016

EL ÁTICO DE LOS GATOS (revista literaria y cultural)

El Ático de los Gatos, número 6
revista literaria y cultural
Dirección:
Rosario Troncoso
Edita
Takara Editorial
Sevilla, 2016

EL ÁTICO DE LOS GATOS (nº 6)

   Bajo la dirección de la poeta Rosario Troncoso, también responsable del saludo editorial, El Ático de los Gatos es una revista literaria y cultural que llega a las librerías impulsada por el sello andaluz Takara Ediciones. Cargada de imaginación y textura emotiva, la publicación despliega una original estructura enumerando sus secciones con términos extraídos del laboreo gatuno: “ovillos y juguetes”, “pupila vertical”,“nuevos maullidos”,“gatos bilingües”… Todos los apartados mantienen una coreografía visual repleta de efectos plásticos, donde resalta la imagen de cubierta diseñada por Sara Gabandé (Madrid, 1984), licenciada en bellas Artes y autora de amplia trayectoria expositiva.
   El poblado ático despliega un entramado de géneros. En narrativa, Elías Moro anticipa un fragmento del libro en preparación Notas para esbozar apuntes; su prosa comparte sitio con cuentos de Daniel Pérez, Alicia Domínguez-Lawolemba y Montiel de Arnáiz. El apartado “Pupila vertical” abre retina al verso del ahora con poemas, entre otros, de Itziar Mínguez Arnáiz, Begoña Callejón, Paco Ramos, Jesús Cárdenas, Marcos Matacana, Ballerina Tinajero, Víctor Peña Dacosta o  Jesús Montiel. Algunas voces de amanecida se agrupan en "nuevos maullidos", donde se pueden leer composiciones inéditas de Sergio Moreno, Esteban Maldonado, Francisco J. Márquez y Mari Nieves Vergara.
   He hablado al comienzo de esta reseña del umbral que deja El ático de los gatos a la lluvia alegre de la entrevista (en este número protagonizadas por Alejandro Luque y Covadonga García Fierro), el aforismo, las ilustraciones, que son tema único del apartado “De cara a la galería”, y la traducción que nos acerca a la poesía limpia de adherencias retóricas, y sencilla en su despliegue metafórico de Hilde Domin, en versión al castellano de Gema Estudillo.
   Sitio propio requieren las aportaciones de María Ángeles Robles y Herme G. Donis, en las que está presente el copioso trasvase de influencias de la literatura japonesa a la identidad literaria de nuestro tiempo. Las dos escritoras comparten intimismo, voz introspectiva en la mirada fragmentaria de lo real,y esa sensibilidad serena de quien contempla la aparente calma de lo cotidiano con pupila estética. Difieren en el formato; mientras María Ángeles Robles opta por la anotación en prosa, Herme G. Donis firma una nutrida selección de haikus.   
  En el tramo final de la revista conviven algunas reseñas sobre novedades de Antonio Rivero Taravillo, José Cercas Domínguez y Antonio José Royuela,  un artículo sobre la música de Indómita, un grupo de rock de la bahía de Cádiz, y reflexiones de distinto calado sobre el tejido cultural del momento.
   Es sabido que la revista literaria conforma siempre un escaparate de temporada, un expositor en el que es posible percibir la unidad oculta de la cultura, ese inventario de enlaces que unifica géneros y registros. Vitalista y nada acomodaticia, El Ático de los Gatos protagoniza un compromiso honesto con la buena literatura, cultiva una personalidad singular que merece la necesaria acogida del mercado y el abrazo cordial de los lectores.










    

miércoles, 26 de octubre de 2016

LA ESPERA DE PENÉLOPE

Rosa de los vientos


PENÉLOPE


Antes de que la rosa de los vientos
desperdigara por la lejanía
treinta y dos direcciones,
respirabas el afán de Penélope,
ese tejer paciente que adivina
cuando se cumple el tiempo de regreso,
la destreza de Ulises con el arco,
la roja espera de los pretendientes.

   (De La noche en blanco, Barcelona, 2006)




martes, 25 de octubre de 2016

SILUETAS EN EL CALLEJÓN

Voces en sombra

SILUETAS EN EL CALLEJÓN

Las sombras fortalecen un tiempo donde no hay nadie en casa. Comparten vida consigo mismas.

Saben que la ausencia es grande, como un hueco de escalera.

El pasado rebusca en el contenedor con los pies desnudos. Hace frío.

Alguien me llama, con la dificultad de quien pronuncia palabras de otro idioma.

La ausencia escucha el goteo de un grifo, mira el desconchón de la pared, oye el eco metálico de un cierre que recuerda el alivio de una realidad que vive en la memoria.

Son siluetas de paso, cercanas voces que hoy dejó en mi mesa el viento estepario del regreso.






lunes, 17 de octubre de 2016

JAVIER SÁNCHEZ MENÉNDEZ. DESDE LA ISLA DE SILTOLÁ

Javier Sánchez Ménéndez


DESDE LA ISLA DE SILTOLÁ

Llegan las primeras lluvias. Unas gotas de luz van poblando de formas renacidas el espacio callado de la buhardilla. Sobre la mesa de trabajo varios libros con el diseño ajedrezado de las ediciones sevillanas de La Isla de Siltolá. Están ahí, callados y evidentes, como necesarios testigos de esta entrevista con Javier Sánchez Menéndez, editor, poeta y ensayista.

 
1.- ¿Cómo y cuándo arraiga tu vocación editorial?

Desconozco el momento exacto, el cómo, el cuándo, el dónde. Un día apareció y creo que nunca se marchará.

2.- El catálogo poético de La Isla de Siltolá, salvo excepciones, se nutre de voces muy jóvenes, casi desconocidas y escasamente rentables en términos de mercado. ¿Es un gesto romántico, o tiene otras compensaciones?

Tiene la compensación de poder leer literatura en estado puro, sin contaminaciones. Con eso es suficiente.

3.- Tu propia poesía, tras un largo silencio, renació con fuerza con nuevas entregas y recopilaciones. ¿Tienes nuevo libro e construcción?

Leemos, seguimos leyendo, escribimos poco, muy poco, lo necesario y suficiente. Y lo que se escribe se corrige una vez y otra vez. La vida en sí es un libro en construcción permanente.

4.- La perseverancia del tiempo suele modificar muchas certezas. ¿Ha cambiado tu forma de entender la escritura?

Pienso que sí. Ahora la veo desde la mirada del lector, mucho más universal. El tiempo también enseña que el silencio y la soledad son las únicas certezas posibles.

5.- Cultivas un perfil literario expansivo, con inmersiones en la poesía, el diario, el ensayo, la ficción y el aforismo… ¿Puede entenderse tu literatura como una obra integral, o son trazos autónomos y yuxtapuestos?

Es un todo único. No hay diferencias notables, tal vez la forma de presentarlo, pero quienes me leen saben a qué me refiero y lo comprenden.

6.- Acaban de conceder el Premio Nobel de Literatura a un cantautor, Bob Dylan, una elección que anima la controversia. ¿Qué te parece este reconocimiento?

He tenido la ocasión de hablar ya sobre este asunto. También he leído las opiniones de muchos escritores al respecto. A pesar de que en estos momentos acepto la decisión de la Academia, sinceramente creo que es una manifestación más de que estamos perdiendo el norte y nos encontramos en un inmenso proceso de transformación social. ¿Dónde irá todo esto? Lo verán nuestros hijos.

7.- Los sellos editoriales son arquitecturas en el tiempo. Escenarios expuestos a lo contingente- ¿Tienes esa percepción en Siltolá?

Hay muchos sellos aficionados, fantasmas, otros que se ocultan en la autoedición. Un sello editorial debe ser profesional, un filtro importante en la historia de la literatura.

8.- A menudo los referentes culturales del ahora son simples operaciones mediáticas. ¿Hay criterios para descubrir el verdadero valor de la poesía?

La lectura, exclusivamente la lectura. Y desde luego esa lectura produce amplitud de mente y de conocimiento. Prefiero lo heterogéneo a lo homogéneo en literatura. No confío en los referentes culturales, como bien dices son puros intereses.

9.- Tiempos de crisis, sustratos de una realidad deshilachada que invita al pesimismo y la perplejidad. ¿hay que ser siempre moderadamente apocalípticos? 

Lo apocalíptico nos lleva al caos, y el caos siempre es origen, creación, universo. Sin caos no hay justa medida. El pesimismo arranca cuando se palpa ese cambio social que antes mencionaba. Perplejidad nunca, hay que tomar partido y definirse, ¿qué será del hombre sin error?





domingo, 16 de octubre de 2016

TIEMPO INESTABLE

Tiempo inestable


Aforismos para un tiempo inestable


Un poeta crepuscular. Olvida a diario las llaves, los artilugios de escritura y aquella temprana conciencia de ser un genio.

 Minucia interna; no encuentro en mi interior nadie en quien confiar.

 Si miras con atención el lugar que ocupas bajo el paraguas, donde estás no hay nadie.

 Apagado discurrir del tiempo, y adanes primigenios que aguardan todavía una manzana.

 El  verbalismo artificioso encala la escritura, pinta fachadas de víspera de feria.

 En la madeja de la gratitud se apelmazan los hilos sueltos.

 Los domingos aseguran un tedio prometedor, hecho de puntos suspensivos.

  (Motivos personales, La Isla de Siltolá, Sevilla, 2015)





sábado, 15 de octubre de 2016

ELOGIO DEL HAIKU

Azules (Florida, USA, 2015)


ELOGIO DEL HAIKU


Debo mis primeras lecturas de haikus al poeta lucentino Manuel Lara Cantizani. Con él aprendí a caminar por esta forma poética de aparente sencillez y severa pauta métrica, cuyo origen se remonta hacia el siglo XVI, aunque es previsible que existieran precedentes en el cauce oral de la literatura japonesa. Con Fernando Rodríguez Izquierdo, el estudioso más perseverante, fui sondeando la contingencia temporal de la estrofa y su evolución en las voces mayores del haiku, Matsuo Bashoo, Yosa Busson e Issa Kobayhashi. Otro poeta, Josep Maria Rodríguez me escribió una afectuosa misiva para pedirme algunos haikus de mi autoría para una antología de contemporáneos; no pude corresponder a su empeño por falta de material en aquel momento, pero su petición soliviantó mi taller de escritura y un par de años después el editor Francisco Peralto, en su imprenta malagueña, me dejó entre las manos el cuaderno Nubes, una sencilla compilación de haikus.
El blog ha reanimado mi práctica del esquema versal, mientras voy acumulando lecturas clásicas y de contemporáneos, estudios ensayísticos y antologías actuales, pues de todos es conocida la copiosa colección de haikus escrita por las últimas hornadas.
Mi inclinación afectiva hacia esta forma lírica se cimenta en la brevedad que asegura una intensidad gozosa, en la pupila abierta para cobijar argumentos más allá de su supuesta condición de lírica estacional. Me gusta también la carencia de artificio retórico y la condición de chispazo inmediato.
Así que es previsible que estas líneas que elogian la estrofa no sean más que un síntoma temprano de otra leve cosecha de haikus. Esperemos.






viernes, 14 de octubre de 2016

PABLO CARRIEDO CASTRO. LA FUERZA DEL DESALIENTO

La fuerza del desaliento
Ángel González y la poesía del medio-siglo español
Pablo Carriedo CastroEdiciones devenir, Ensayo
Madrid, 2016
LA PRIMERA POESÍA DE ÁNGEL GONZÁLEZ

   Desde su gestación, la leva del 50 no ha hecho sino afianzar un magisterio vigente y dar continuidad a promociones posteriores. Así lo constata el incansable fluir de monografías, debates y ensayos que exploran el legado de los nombres más relevantes, entre los cuales constituye un vértice cimero el poeta ovetense Ángel González (1925-2008). Al primer tramo de su significativa travesía dedica un detallado enclave crítico Pablo Carriedo Castro (León, 1978), doctor en Filología Hispánica, especialista en Teoría Crítica y autor del volumen Pedro Garfias y la poesía de la Guerra Civil española.
   El prólogo incide en la relevancia del asturiano y su proyección intelectual y expone los motivos que justifican la lírica inicial de Ángel González como argumento reflexivo. Es el tramo donde se moldea la personalidad creadora que entregas posteriores fortalecen con manifiesta coherencia. La etapa de amanecida abarca Áspero mundo (1956), Sin esperanza, con convencimiento (1961), Grado elemental  (1962), Palabra sobre palabra (1965), Tratado de urbanismo (1967) y el libro de cierre Breves acotaciones para una biografía, editado en 1969. En suma, una cosecha con un entorno biográfico condicionado de lleno por la realidad histórica. El sujeto verbal interroga, juzga, asiente y elabora trazos de un discurso ideológico y de una sensibilidad característica. El yo no se repliega sobre sí mismo porque el devenir resulta ineludible. De este modo, la escritura se convierte en testigo y conciencia de ser. El arte poética se reconcilia con la verdad de la Historia y asoma en cada poema una reflexión sobre el tiempo.
   La fuerza del desaliento. Ángel González y la poesía del medio- siglo español plantea en su arranque una intensa indagación en los días de infancia, donde se producen dos acontecimientos con inmediatos efectos secundarios: la revolución minera asturiana del 34, que lleva como coda una feroz represión, y el estallido del pronunciamiento militar de 1936. Para recrear el periodo el ensayista recurre con frecuencia a la novela de Luis García Montero Mañana no será lo que Dios quiera, sondeo biográfico de gran verosimilitud porque se basa en los recuerdos del poeta y en las anotaciones de carpetas destinadas, en principio, a elaborar un diario personal.
   De estas páginas emerge la idea de la niñez como etapa áulica, un paraíso feliz en el que todo sucedía a resguardo. La existencia era un espacio de luz, una recreación idealizada y sin fisuras. Por tanto, el entorno es un elemento clave de la educación sentimental que muda con severidad en el trascurso de la guerra civil. Cuando concluye la contienda es otra la identidad: el niño deja en el umbral a un joven marcado por la derrota republicana que debe adaptarse de inmediato a una situación familiar sombría. La nueva patria es un país quebrado, con ánimo revanchista, donde se imponen las líneas centrales del nacionalcatolicismo. La cultura se tutela y en ese monopolio ideológico no hay grietas: es la primavera del endecasílabo, cuya asepsia convive sosegada con el ideario falangista.
   El tiempo discurre lentamente. Ángel González concluye bachillerato y comienza a estudiar derecho y diversas asignaturas de Magisterio. Es la etapa, entre 1946 y 1949 en la que se escriben los primeros poemas. Vive un paréntesis de tres años, recluido en Páramo del Sil, un pequeño pueblo de la montaña leonesa, donde se cura de una tuberculosis. Allí lee obras esenciales en su formación literaria. Resultan decisivas la Segunda antología de Juan Ramón Jiménez, y algunas salidas de la generación del 27, junto a la antología sobre poesía española contemporánea preparada por Gerardo Diego. En estos libros encuentra un amplio repertorio de modelos e influencias. Esta biblioteca formativa crece al regreso cuando toma contacto con la poesía social en las voces de Blas de Otero, Gabriel Celaya, José Hierro y otros antiformalistas como Pablo Neruda y César Vallejo. Mientras, aparecen algunos trabajos en prosa como crítico musical de un periódico asturiano, La voz de Asturias.
   Otro apartado del libro describe la foto de grupo del medio siglo. La generación del 50 aglutina identidades que se mueven en un tejido sociológico cubierto por un magma totalitario que persigue cualquier apertura. Se ve en el análisis de variables del momento: la vigencia de la censura, los grupos editoriales más representativos, las revistas que muestran los iconos en boga y la andadura del incipiente movimiento realista donde desemboca la literatura de Ángel González.
   El crítico valora el relieve que tuvo la instalación del poeta en Madrid y la mano tendida de Vicente Aleixandre, a quien conoce a través de Carlos Bousoño, amigo de infancia y ya reputado poeta y ensayista. Allí asiste a tertulias, establece contactos personales, y suma amistades valiosas. También vive temporalmente en Sevilla y en Barcelona, donde Manuel Lombardero le consigue un puesto de lector y corrector, y donde nace su obra en prosa, El maestro, un texto didáctico que enaltece la función social de la docencia.
  1956 es un año decisivo para el escritor. Aparece Áspero mundo, reconocido con un accésit del Premio Adonais, y entabla relación con el núcleo central de la Escuela de Barcelona, en un proceso de acercamiento amistoso que servirá más tarde como efectiva plataforma. El ámbito amical será una constante del grupo – así lo subraya el aserto de Carme Riera: “partidarios de la felicidad”- que no impide el camino en solitario de cada integrante. La arquitectura creativa de Áspero mundo descubre los elementos esenciales del recorrido posterior: la voz testimonial, el estado de incertidumbre ante la realidad, la restauración onírica del pasado y de las ilusiones, la perspectiva amorosa o el componente existencial. Son señas de identidad que permiten adivinar trazos del dibujo general de Ángel González.
  La montaña bibliográfica que ha acumulado el sesgo creador de la generación del 50 casi anula el descubrimiento de facetas novedosas o inexploradas. Ahí están, rotundos e inalterables, los acercamientos de Emilio Alarcos Llorach, Laureano Bonet, Carme Riera, junto a las páginas autobiográficas de Paco Ignacio Taibo, Carlos Barral, José Manuel Caballero Bonald, o Jaime Gil de Biedma que comentan con voz testimonial y directa las contingencias personales. El trabajo de Pablo Carriedo, minucioso y expansivo, completa y da continuidad a sendas ya trazadas y aglutina con precisa cronología el tramo inicial de Ángel González, con un enfoque argumental notable del contexto histórico. La fuerza del desaliento condensa el fluir de una existencia creadora en íntima empatía con su época. Despliega el legado de una voz que personaliza la mejor tradición de nuestra poesía.      

   

jueves, 13 de octubre de 2016

miércoles, 12 de octubre de 2016

SIOMARA ESPAÑA. CONTRUCCIÓN DE LOS SOMBREROS ENCARNADOS

Construcción de los sombreros encarnados
(música para una muerte inversa)
Siomara España
Prólogo de
Verónica Aranda
Ediciones Polibea, Madrid, 2016
DESDE LA RENUNCIA

   Entre las dos orillas del castellano no se prodigan enlaces que contribuyan a un conocimiento mutuo; por eso la iniciativa de la editorial Polibea de abrir una colección que aglutine la producción lírica del multiculturalismo latinoamericano encarna una significativa contribución al encuentro, un afán de explorar rutas diferenciadas de un legado plural que se retroalimenta y fortalece como una tradición viva. La colección “Toda la noche se oyeron…Poesía Latinoamericana del ahora"  tiene su inicio en el poemario Construcción de los sombreros encarnados, de Siomara España (Manabi, Ecuador, 1976), autora con persistente voluntad creativa que acumula en su taller media docena de entregas, desde Concupiscencia a El regreso de Lolita.
  El volumen Construcción de los sombreros encarnados / música para una muerte inversa se editó por primera vez  en 2013. Título y subtítulo del poemario comparten una evidente ortografía simbólica. Sus referentes culturales son analizados con precisa demora por la poeta, editora y traductora Verónica Aranda, quien expone ante el lector la travesía en marcha de esta colección de poemas: el deseo es ese impulso fatalista que supone la renuncia a la propia libertad, e inspiró el discurso estético de Thomas Mann en su novela Muerte en Venecia. Bajo su luz escribe este poemario Siomara España, casi un rapto lírico y torrencial surgido mientras escucha como fondo sonoro la quinta sinfonía de Malher, y recuerda la película de Luchino Visconti. Desde su enfoque lírico, Siomara España reivindica la brújula del sentimiento, más allá de las convenciones sociales y de ese mundo de jerarquía y apariencia que representan los sombreros encarnados. La ciudad, Venecia, arquetipo de esplendor arquitectónico, ha establecido un plano de modelos convivenciales y una manera pactada de estar en lo real. Y es en ese contexto donde emerge la tensión vital, esa polarización de contrastes que enaltece lo bello y lo terrible. La plenitud de Tadzio, con su aura juvenil que impacta los sentidos y convulsiona el ánimo, contrasta con la atonía crepuscular de la madurez, con esa identidad que hace suya la pasión a destiempo, aceptando ser víctima de una emboscada de la que es imposible salir sin estragos. La conciencia del yo asume esa sensación de paisaje después de la batalla que genera la catalización de lo imposible: Tadzio es una imagen platónica, un ideal inalcanzable, y es difícil sobreponerse a ese largo recorrido que propone la culminación de la belleza. El sujeto verbal se siente “tardío y solo”, asomado a un lugar entre sombras, contrafigura expuesta a ras de suelo mientras el amado emprende viaje, como un Ícaro renacido, que parte en vuelo hacia el azul lejano; pero también la fragilidad está en el amado, como si tras el epitelio de su belleza estuviesen encendidas las brasas del tiempo y su fluido arroyo de ceniza.
  Para expresar el fuego pasional de quien desea, Siomara España recurre al poema breve y al estilo directo; los versos dan voz a un monólogo fragmentado que se mueve entre la reflexión y la calidez del amor encendido, que encuentra en el lenguaje y su grafía icónica una manera de congelar la realidad y petrificar lo transitorio. El sentimiento amoroso no es locura contingente sino mutación de la esencia del ser.        


martes, 11 de octubre de 2016

TEOREMA DE LA CONFIANZA

Sol de medianoche (Noruega)



TEOREMA DE LA CONFIANZA


Confío en la existencia diaria, ese azar demediado entre intenciones y logros.

Confío en la retina de aquellos que perciben el sol a medianoche.

Confío en las esfinges que no guardan secretos.

Confío en el sentido estético de los laberintos, en esa arquitectura que ubica en el sitio justo las entradas de urgencia y provoca la deserción de quien busca salidas.

Confío en la presencia incansable de lo que pasa desapercibido.

Confío en la inconsistencia de los ciclos que exploran lo real, un deambular por las arrugas del calendario que lleva desde el almendro en flor a la rugosa cáscara del fruto.

Confío en todos aquellos que me confunden conmigo. 




lunes, 10 de octubre de 2016

ÁNGEL GONZALEZ

Ángel González 
(Rivas-Vaciamadrid, Madrid, 2001)

DÍAS CON ÁNGEL GONZALEZ

Uno de los momentos más gratos de mi admiración por la personalidad literaria e intelectual de Ángel González se produjo durante el encuentro Ángel González en la generación del 50. Se celebró en Oviedo los días 7 y 8 de noviembre de 1997 y estuvo organizado con animosa hospitalidad por la Asociación Cultural Tribuna Ciudadana. Fue un homenaje explícito, vibrante y múltiple en torno al poeta y académico. Era tiempo de celebraciones: acababa de ser nombrado “Doctor Honoris causa” por la universidad de Nuevo México en Albuquerque, donde impartió clases de Literatura española durante décadas, y donde vivió una larga e intensa relación sentimental con Susana Rivera; su labor poética era reconocida con el Premio reina Sofía de poesía Latinoamericana y había ingresado en la Real Academia. Así que la ciudad en pleno festejaba aquel primer plano de Ángel González como protagonista central de la  cultura española.
Su generación, la del medio siglo, se consagraba como una aportación tutelar que daba la palabra y la mirada a las promociones siguientes en un claro diálogo de afinidades y resonancias.
Antes y después tuve ocasión de compartir con el poeta otros eventos en Rivas, Béjar o Madrid siempre con esa admiración desplegada de quien sabe que los privilegios deben aceptarse con humildad y máximo respeto, como esos dones intangibles que nadie olvida, a los que la memoria siempre tienen necesidad de volver.
Ahora retorna el protagonismo del poeta de la mano de Pablo Carriedo y su ensayo La fuerza del desaliento, una investigación sobre el acontecer biográfico y literario centrada en su primera etapa creadora y editada por Devenir. Con Pablo Carriedo y Juan Pastor hablaré del andar lento de la poesía de Ángel González en el sosegado camino de la permanencia.  Como escribió Emilio Alarcos Llorach, es una obra que “atestigua y da fe de una existencia humana incluida –gozosa o dolorosamente – en un tiempo y en un lugar concreto del devenir histórico”.
Os esperamos el viernes 14 de octubre, a las 19 horas en la librería Alberti de Madrid, con la gratitud de siempre, con el mismo afecto.   

    

domingo, 9 de octubre de 2016

FUERA DE TEMPORADA

Quietud


AFORISMOS 


La realidad tiene signos secretos. 

Amo las noches de doble fondo, en las que caben vigilia y sueño.

Esa manía de la memoria de revisar apuntes atrasados.

Siempre que concluyo un libro, firma la escritura discreta del aprendizaje.

La verdad no es un área reservada para soledades ariscas.

Cuando avanzo hacia ti te desvaneces.

Consumo la relación incierta del autista y su temporada en el invierno.

Un porte sólido. De fantasma.

Cuando tenía veinte años, Jaime Gil de Biedma no era un poeta cualquiera. Era el poeta.

La biblioteca, ese amplio gremio de deudas contraídas.

Crepúsculo, aleteo, sopor, engarce, azul… palabras con reputación asentada.

Los malos poemas tosen; tienen respiración errática.

Una página: conspiración entre sustantivos comunes, verbos fríos y adjetivos ecuánimes.

Ya no recuerdo; el final de una biografía deja sitio para mucho olvido.

                                                     




jueves, 6 de octubre de 2016

MARTHA ASUNCIÓN ALONSO. WENDY

Wendy
Martha Asunción Alonso
Pre-Textos, Poesía
valencia, 2015

CRECER A SOLAS


El poemario Wendy es la octava estación  de la travesía creadora de Martha Asunción Alonso (Madrid, 1986), licenciada en Filología Francesa, titular de un master en Historia del Arte y protagonista de un incansable nomadismo docente por distintos países europeos  y americanos. Es difícil iniciar la lectura del libro sin recordar la tipología de la heroína infantil que James M. Barrie moldeó en Peter Pan  y que el cine ha ido dibujando con rasgos populares. Wendy será siempre el arquetipo de quien se empeña en vivir en los reductos de la infancia, a espaldas de la madurez, como si fuese posible evitar la erosión del tiempo y su intemperie.
La versión poética de Martha Asunción Alonso tiene un añadido singular y enriquece la entidad de la voz poemática con el colmado equipaje de la evocación. De este modo el hilo argumental del libro va dejando en los días una estela autobiográfica, repleta de personajes cercanos.
Las composiciones dan voz a un periodo vital que sirve de suelo firme en el presente. Coloquial e intimista, el calendario suma fragmentos que al ser evocados proporcionan un instante de revelación, una conexión con músculos y huesos de la memoria personal. En ella se localiza una geografía al paso, repleta de lugares habitables. El paisaje no está fuera, tiene la voluntad de acoger los estados de ánimo de quien lo percibe. De esa tensión compartida nacen, por ejemplo, los versos del poema “Castilla”: “El mundo era franela y era adobe. / Silicosis de tiempo. / Yo pensé: Leonor. / ¿Qué pensaba mi padre? / Castilla era su padre. Y se acababa “
A los poemas de Wendy les gusta caminar por el contexto abierto del recuerdo. En ellos concurren las sucesivas mutaciones del sujeto verbal, que van enlazando su experiencia vital con la visión propia del presente. Ellos son los que fueron creando la voluntad expresiva que puso luz en la mirada infantil para ir completando un ciclo de aprendizaje a través de ecos inolvidables: los abuelos, Piluca, Tía Clara… Tercas voces de una puesta en escena sentimental.
 Otro nudo metafórico del libro es el amor; su tratamiento enlaza con el síndrome de Wendy, con esa fuerza interior, ajena intrusa, que cambia la identidad para realzar los rasgos singulares de un yo diferente, empeñado en la transposición hacia el otro, el amor no permite sino ser en los demás.
Estamos en una geografía de inocencia y plenitud, donde habita un onirismo desbordado, un mundo ficcional que contiene elefantes y bígaros, que niega el cálculo exacto de la razón y no despeja incógnitas ni siquiera con el solemne aporte de la wikipedia, aquel lugar lejano de la infancia, el mundo del aprendizaje y las estelas por trazar nunca tiene caminos de regreso.
El tramo final explora un tercer núcleo argumental: el lenguaje. De este modo, el libro adquiere un perfil triangular cuyos vértices serían la memoria, los rasgos de la identidad y la razón poética. la escritura deviene exploración y riesgo, pero también denuncia y crítica de los desajustes sociales que conforman el acontecer colectivo; y hay también gratitud por las deudas contraídas en las estanterías. Qué sugerente repaso a la tradición contiene el poema “Equipaje”, cuyos versos se forman con la escueta rotundidad del nombre propio.
En Wendy se entreveran reflexión moral y evocación, mirada crítica y ese deambular del lenguaje que tiende la mano al sueño y la imaginación, a esos ángulos difusos de lo real que añaden claridad a la existencia. Su lectura deja la gozosa sensación de un libro cuajado, que pone voz a la armonía de estar entre el pasado y el presente, y revela un momento crucial en la travesía lírica de Martha Asunción Alonso.    

   

miércoles, 5 de octubre de 2016

ESTACIÓN POESÍA, nº 8 (revista literaria)

Estación ´Poesía, nº 8
Centro de Iniciativas Culturales Universidad de Sevilla
Dirige:
Antonio Rivero Taravillo


Presentación de Estación Poesía nº 8 en Madrid


  Mucho ruido y del bueno en la presentación del nº 8 de la revista Estación Poesía en el espacio cultural de La Central de Callao, en Madrid. Aforo completo y granada cosecha de poetas jóvenes que aleja cualquier pesimismo sobre la salud del presente poético. Entre los asistentes, Francisco José Martínez Morán, Diego Álvarez Miguel, Rocío Acebal,  Hasier Larretxea, Gema Palacios… El rostro plural de la nueva poesía en grata convivencia con recorridos asentados en los manuales como Jordi Doce, Ana Gorría, Juan Carlos Reche Cala, Adolfo Cueto, Manuel Neila, Amalia Bautista o Andrés Trapiello…
  Un acto ligero en el que el escritor Antonio Rivero Taravillo comentó las peculiaridades de una revista en papel – ya casi especie protegida por las escasas iniciativas que siguen en pie con periodicidad regular- que, en su humilde apariencia formal, busca compaginar un muestrario lírico entre autores desconocidos e inquilinos con plaza fija en el ahora poético. La salida cuenta con una amplia muestra de poemas, un escaparate crítico de cierre, y con exploraciones en otros géneros como el aforismo, esa filosofía liliputiense que se ha convertido en los últimos años en moda seductora.
  Celebro la iniciativa de dar a conocer los textos en el tono de voz de sus autores. Así tuvimos ocasión de escuchar a colaboradores de la revista como Ándrés Trapiello, Amalia Bautista, junto a las dubitaciones en prosa de Luis Martínez de Merlo, que no supe bien si estaba feliz con el inédito publicado, o cejijunto por la selección del mismo por parte del consejo de redacción de la revista, y los ya mencionados autores nuevos como Hasier Larretxea, Viviana Paletta, o Emily Roberts.
   Solo me faltó haber podido abrazar a otros colaboradores entrañables como Karmelo C. Iribarren, una de mis debilidades literarias, o José Alcaraz, editor y poeta antologado en Re-generación junto a otra firma de esta salida, Miguel Floriano, quien habita este número con afán reseñista, Después tertulia abierta, abrazos de reencuentro, vino tinto, aperitivos fríos, móviles encendidos y fotos para el recuerdo, con la certeza calma de que la vida sigue y el futuro está ahí, refugiado y feliz en cualquier página.


martes, 4 de octubre de 2016

RUBÉN MARTÍN DÍAZ. AZUL NOCTURNO

Azul nocturno
Rubén Martín Díaz
La Isla de Siltolá, Nouvelle
Sevilla, 2016

CONTRASTES
  
   Aunque el quehacer literario de Rubén Martín Díaz (Albacete, 1980) se fundamenta en la poesía, con reconocidas estaciones como El minuto interior, El mirador de piedra, Arquitectura o sueño y Fracturas, no se desvincula de la exploración de nuevas formas expresivas como el cuento breve.
   Tras dar a imprenta su poemario Fracturas amanece en La Isla de Siltolá su primera compilación de relatos, titulada Azul nocturno. El volumen contiene doce cuentos con una nota final que clarifica que los textos no son una mutación circunstancial de su escritura sino una consciente indagación complementaria a su percepción lírica.
   El inicio de esta muestra en prosa integra los argumentos en el territorio intimista de lo cotidiano. En primera persona, una identidad reconocible traza una crónica detallada de su deambular existencial. El ahora es visto bajo la claridad de una luz templada y asumir sus contingencias es abrir la puerta a los demás, alentar una espera que genera otros recorridos. El pensamiento esclarece los pasos vitales y, mientras aguarda en el callado refugio de la casa, va recuperando de los estantes del pasado algunos recuerdos personales que ahora parecen materia gastada en las manos del  acontecer. En el mismo relato otra voz –ella- deja su evocación en paralelo, como si construir los paneles del tiempo requiriese yuxtaponer enfoques, hacer del recuerdo un afán sostenido para buscar el espacio común del nosotros; ese lugar que permite el ajuste de cuentas con la decepción.
  En el devenir laborable siempre encuentra sitio lo banal, esas gotas de un grifo mal cerrado que percuten en el silencio; la vida va fijando sus contornos a partir de mínimos detalles que se van convirtiendo en argumentos. En esa búsqueda del tiempo perdido se despliegan otros relatos en los que cobra vida lo insignificante, todo aquello que tiende a pasar desapercibido.
  El buen libro de cuentos dispone secuencias autónomas que van gestando un azaroso discurrir ,empeñado en mantener en suspenso la atención del lector. De este modo, los sustratos argumentales propician la variedad. Un verano laboral en la costa catalana bajo la difusa sombra de Dalí da pie a un relato estival que recupera el insólito afán vanguardista del pintor frente a lo previsible. Otro relato recrea el entorno cultural de Antonio Machado en Segovia, ese mundo compartido con Guiomar en el humilde estar de la labor diaria, que hacía del poema palabra en el tiempo. Recordar a Machado desde otra memoria es dar voz a una luz humilde e inolvidable que remueve a su alrededor algunas sombras.  
  Otra presencia real convertida en personaje en estos cuentos en Enrique Vila Matas. El novelista comparte sitio en el cuento  “La joven del café de Flore” que es, sobre todo, una evocación gozosa de Paris, arquetipo de la ciudad literaria, y una apropiación de identidades desde la lectura, que mantiene una cercanía romántica e intimista con la imaginación.
  Los relatos de Rubén Martín Díaz tienen la piel porosa del buen observador, de quien busca conocer en profundidad lo que oculta la homologada quietud de lo cercano. En ellos encuentra sitio una tupida red de estímulos emotivos y esos espacios que comparten onirismo y realidad,.  Sus hilos argumentales tratan de vislumbrar las voces sosegadas que responden a los interrogantes que plantea la difuminada percepción del presente, un tiempo hecho con el trazo volátil de los sueños.  


domingo, 2 de octubre de 2016

INDICIOS

Indicios del yo



HETERÓNOMOS


Dentro de mí conviven, abocados
a una inmensa rutina sedentaria,
el yo que pienso y otro, el que parezco.
Un pacto, que firmaran con los ojos,
les conmina
a respirarse en cierta tolerancia,
y ambos han sido absueltos
de mencionar, siquiera,
cuál fue la última causa
que les diera la vida.

Cada uno tiene ya su enclave exacto:
el yo que pienso
habita, día y noche,
la intimidad de estas cuatro paredes.
Es semejante a un niño que olvidara crecer,
y por lo mismo
nada en el mar de una sabia ignorancia.
(“Acaso sea el invierno…
es razón suficiente para explicar el cosmos “)
Y balbucea. Ríe.
Se pierde en los espejos. Gesticula.
Colecciona recuerdos como si fueran conchas
que ha enterrado el olvido.

A veces llora y viste el jersey gris
de la melancolía;
entonces toma un folio,
donde  inicia el galope un sentimiento
y se hace reo de pertinaz tristeza,
hasta que traspapela la mirada
y descubre, cansado,
que afuera cae la lluvia
y mojan su perfil
unas livianas gotas de mi nube.

El que parezco
está en la calle de continuo.
Todos le conocéis
pues con todos comparte ese pan y esta sal
que, bajo el brazo, trae la vida;
las cotidianas dosis
de angustia existencial, trabajo y ruido.
Con él tropiezo,
una tarde cualquiera,
al doblar una esquina,
y tras justificarme torpemente
(“hallé la puerta abierta
y me aburría…”)
me despido gozoso y luego marcho
-el paso lento, sepultadas las manos
en los amplios bolsillos del vaquero-
a ver, sin más, el mundo por mis ojos.


                              (De Rotonda con estatuas,1990)