miércoles, 30 de noviembre de 2016

LA CRÍTICA CON GUANTES DE BOXEO

El ABC del boxeo
Krag Bokser

LA CRÍTICA CON GUANTES DE BOXEO

A J. L. G. M.
con admiración y afecto 


No comprendo la tendencia de algunos lectores a exigir a la crítica que use guantes de boxeo; no entiendo la aversión por el juicio reflexivo y cordial. Parece que la prudencia al eludir descalificaciones es solo un exceso de amiguismo, un muestrario de subordinación, una invitación a la mentira. Según ellos, solo son veraces las reseñas que crean efectos secundarios, aquellas que sacuden con sus golpes precisos la piel formal, las vísceras argumentales o los desaliñados recursos idiomáticos. Hay que ser un crítico de pelea, de los que disparan con el colt del teclado y luego soplan sobre el suplemento calándose el sombrero de la suficiencia.
Así que en las reseñas del futuro, si quiero en casa la admiración gregaria  de los viscerales, debo ser “Menos Morante y más García”.

      

martes, 29 de noviembre de 2016

HÁBITOS NOCTURNOS

Interiores


HÁBITOS NOCTURNOS

  Atribuyó la extraña familiaridad con escaleras y recodos a los muchos años de práctica, al hábito nocturno crecido entre su identidad. Fue desvalijando consolas, baúles, mesillas y la caja fuerte del salón principal. Consiguió un botín pirata y un estar cansado que lo depositó en el sofá. Solo entonces cayó en la cuenta de que había saqueado su propia casa en sombras.
  Su vanidad consideró innecesario reconocer el error. Lo justificó como si fuese un simple ejercicio práctico. En cambio evaluó con recelo la seguridad de su casa. Puso un cerrojo nuevo tras la puerta principal y adquirió una llave maestra de gran envergadura. Pretende además quedarse dentro siempre, para ahuyentar al próximo ladrón.

(De Cuentos diminutos)


domingo, 27 de noviembre de 2016

EPITAFIOS PARA UNA DESPEDIDA

Fuente de la iglesia
(26 de noviembre de 2016, Navadijos, Ávila)
Fotografía de
Javier Cabañero


                    PIEDRA CALIZA

                        (Epitafios)

He soñado con la realidad. Con qué alivio
me he despertado.                                                                                            STANISLAW  J.  LEC


La muerte no  es nada,
cuando existimos ella no existe
y cuando aparece nosotros desaparecemos.

                                                                   EPICURO
             I

En su artesana construcción del silencio,
la muerte no reconoce
ninguna otra verdad.

            II

Otra noche.
Sobre mí  prosigue su labor
la luna quieta.
Carezco de otra luz.

            III

Queda mi nombre
y la serenidad de este paisaje
que no sabe quien fui.

            IV

Agudizo mi vocación fantasma.
Miro sin comprender
y reclamo razones para estar en la nada.
No hay respuestas;
la pureza del aire
habita el desamparo.

            V

Un manto de raíces y una brizna de sol,
pero las formas se han desvanecido
en el escaso jugo de una tierra estéril.
Estoy con otras sombras y nos une
la mansa convivencia,
el aire de familia
de los que nada piden al futuro.

            VI

Vuelven los ecos y dibujan mapas,
un recorrido de memoria y sueño
que convierte al que fui
en terco pasajero accidental
de otra ruta
que ya no identifico.
El pasado se puebla
de restos arqueológicos.

          VII

Ahora vivo debajo,
con vocación de sima.
A tientas me desplazo
sin que se marquen huellas
ni dejen una imagen
los lugares de paso.
Nada sucede aquí;
nada sucede.

         VIII

Callé.
Después de todo,
cobijo la pereza.
En el silencio, nadie;
un estar sin contornos que tantea
 y vela con desgana
el transcurrir del tiempo.
           
       IX

Camino dentro
de un dédalo de calles
tras un rastro invisible.
Prosigue la deriva;
es terca voluntad
que empuja hacia otra parte.

En un reloj sin tiempo,
ensordecido
busco un lugar
para empezar de nuevo.
   

         X

 Epitafios;
 el triste empeño por seguir hablando
cuando  ya consumí
mi turno de palabra.
   
         XI

Nadie fractura aquí
las voces del recuerdo.
Acuden resignadas
a que yo les conceda
senda abierta y sentido.

Inútil confianza.
Soy también espejismo,
el manso dinosaurio
que duerme en otro sueño.

         (De Ninguna parte, Sevilla, 2013)

viernes, 25 de noviembre de 2016

VERÓNICA ARANDA. ÉPICA DE RAÍLES

Verónica Aranda


MAPAS

Épica de raíles
Verónica Aranda
Premio Internacional de Poesía Miguel Hernández
Comunidad Valenciana 2016
Devenir, Poesía, Madrid

  El transcurso literario de Verónica Aranda (Madrid, 1982) mantiene como clave creadora del sujeto poético la función de observador, el empeño de adentrarse  en una percepción profunda que acumula aperturas, derivaciones y descubrimientos. Así ha ido hilvanando títulos sin divergencias, entre los que sobresalen Poeta en India, Tatuaje, Alfama, Café Hafa y Lluvias continuas. Ciento un haikus, entregas reconocidas con importantes certámenes nacionales.
  En Épica de raíles la razón poética se apropia de un dictum de Álvaro Cunqueiro, integrado en  Las mocedades de Ulises: “Permitámosle al héroe Ulises que comience a vagar no más nacer, y a regresar no más partir. Démosle fecundos días, poblados de naves, palabras, fuego y sed. Y que él nos devuelva Ítaca, y con ella el rostro de la eterna nostalgia. Todo regreso de un hombre a Ítaca es otra creación del mundo”
  Nítida y comunicativa, la lírica de Verónica Aranda comparte los itinerarios emotivos del yo biográfico y hace del intimismo refugio y entorno abierto, como si la realidad fuese un espacio sin lindes que hay que recorrer también entre vislumbres. Así va creciendo una sensación de cercanía; en ella se manifiesta un preludio que conduce el deseo hasta la plenitud. Inasequible y fuerte, ese impulso afectivo envuelve la existencia en una cálida comunión amorosa. El discurrir adquiere en ella un sentido transcendente, “una intensa ebriedad de madrugada” en la que el tiempo se torna casi irreal y suspendido. Espacio y tiempo conforman una selva azarosa y profunda, una herida densa y frondosa, como un gran sueño sostenido en el aire.
  Muchos poemas de Épica de raíles postulan una identidad femenina, una sensibilidad que interroga sentidos y busca en la brújula del discurrir las direcciones que traspasan el umbral calmo de lo sedentario y hacen de la retina un mapa desplegado en el que van sumando topónimos concretos: Goa, Panjim, Tumkur, Calcuta, estaciones de paso que conceden a quien mira un estado de ánimo, un argumento lírico que duerme después en la memoria. El retorno al yo elige como mirador de tantas fugaces estaciones el rumor en tránsito del tren; desde su humilde asiento se empeña en anotar su épica de raíles, ese estar trashumante que convierte al espacio en marco accional en el que se desarrolla una representación, donde cobran relieve mínimos actores entrevistos en la incertidumbre.
  En el discurso poético de Verónica Aranda el viaje es una liberación. En él se filtran las cercanas presencias de otros ámbitos que atrapan el silencio de un yo que sale de si mismo para sondear lo cercano, para apropiarse de su cromatismo y de la luz difusa que  marca sus contornos. Los poemas rezuman una evocación emotiva, la certeza de que el regreso hizo suyas otras miradas, una perspectiva donde persiste la sosegada concordia de cada estación, ese vislumbre de claridad en un mapa de niebla.


jueves, 24 de noviembre de 2016

ENTRE EL SER Y EL ESTAR

Un sitio propio


HETERÓNOMOS


Dentro de mí conviven, abocados
a una inmensa rutina sedentaria,
el yo que pienso y otro, el que parezco.
Un pacto, que firmaran con los ojos,
les conmina
a respirarse en cierta tolerancia,
y ambos han sido absueltos
de mencionar, siquiera,
cuál fue la última causa
que les diera la vida.

Cada uno tiene ya su enclave exacto:
el yo que pienso
habita, día y noche,
la intimidad de estas cuatro paredes.
Es semejante a un niño que olvidara crecer,
y por lo mismo
nada en el mar de una sabia ignorancia.
(“Acaso sea el invierno…
es razón suficiente para explicar el cosmos “)
Y balbucea. Ríe.
Se pierde en los espejos. Gesticula.
Colecciona recuerdos como si fueran conchas
que ha enterrado el olvido.

A veces llora y viste el jersey gris
de la melancolía;
entonces toma un folio,
donde  inicia el galope un sentimiento
y se hace reo de pertinaz tristeza,
hasta que traspapela la mirada
y descubre, cansado,
que afuera cae la lluvia
y mojan su perfil
unas livianas gotas de mi nube.

El que parezco
está en la calle de continuo.
Todos le conocéis
pues con todos comparte ese pan y esta sal
que, bajo el brazo, trae la vida;
las cotidianas dosis
de angustia existencial, trabajo y ruido.
Con él tropiezo,
una tarde cualquiera,
al doblar una esquina,
y tras justificarme torpemente
(“hallé la puerta abierta
y me aburría…”)
me despido gozoso y luego marcho
-el paso lento, sepultadas las manos
en los amplios bolsillos del vaquero-
a ver, sin más, el mundo por mis ojos.

        (De Rotonda con estatuas, Madrid, 1990)    



miércoles, 23 de noviembre de 2016

MATÍAS MIGUEL CLEMENTE. DRENO

Dreno
Matías Miguel Clemente
La bella Varsovia, Poesía
Córdoba, 2015
RESPIRADEROS

Los buenos títulos someten de inmediato a un movimiento de traslación hacia la semántica de sus contenidos. También los elementos paratextuales, como las citas y las dedicatorias, sirven de balizas orientadoras.  Dreno, el escueto enunciado de esta tercera entrega poética de Matías Miguel Clemente (Albacete, 1978) apunta firme hacia una necesaria acción terapéutica; el drenaje supone una eliminación del agua contenida en el suelo para sanear los estratos; o la salida al exterior de líquidos contaminados que permiten después la limpieza de una zona infectada e impide la degradación. Queda por analizar el entresijo simbólico del verbo drenar en el espacio poético y descubrir  esas claves secretas que concede el poema.
Dreno  une anotaciones líricas que abordan intereses dispersos, y emplea el poema en prosa como estrategia comunicativa. Cada título funciona como síntesis de un sedimento argumental; la idea dibuja una realidad diseminada en la que se respira incertidumbre; la voz reflexiva del protagonista verbal airea la savia nutricia de su pensamiento, descubre un espacio interior en que se localizan asimetrías y claroscuros, esa “piel descuartizada que esconde la marca del oasis”. Lo explícito se apacigua para que también encuentre cauce lo eludido, aquello que existe de modo imperceptible como si fuese el umbral de un espacio por descubrir, y toma la palabra un onirismo que deforma las formas de lo real con sus propias imágenes. Pienso, por ejemplo, en el poema “Ciego” y en párrafos como este: “Tenía un amigo que sabía hacerse el ciego. A veces le pedía sus manos de invidente en pago de mi compañía, y él se las quitaba para dármelas. Férreas me calmaban, pero ahora está lejos, y por eso cuando veo demasiado, cuando caigo en una voz de mareo, me pongo las mías en los ojos, y me vuelvo lado, pared, barranco.”
El pensamiento observa y escarba. No se entrega a la mera contemplación sino que busca los efectos que se proyectan sobre el entorno, percibe cómo se asienta la erosión y clarifica sus mutaciones: “Hubo una vez una casa que dejó de ser hogar, estanque o páramo, para convertirse en una dirección a la que mandar y en la que acumular cartas, en un barrio que dejó de tener presencias, para ofrecer aire con ojos incrustados y vuelos de discurso”.
 Los poemas se empeñan en abrir un nivel cognitivo en el que las sensaciones son punto de partida que complican la percepción de un tiempo que no se justifica en si mismo. Es necesario diseñar líneas para que lo real no atrapa en el sinsentido de sus círculos concéntricos. Así discurre el poema “Dreno”: “Tengo que poner  un poco de orden en poco esto un todo de orden”; una composición que, en su contenida brevedad aforística” da pie a una interpretación plural. El yo poemático se ubica en la razón y en el discurso rutinario de lo previsible con un propósito claro: “tengo que poner un poco de orden”, pero la versión final de lo que sucede no depende de su empeño sino de las variantes y arritmias de lo imprevisible: “en poco esto un todo de orden”. La conclusión es clara; el poeta vive en la ceguera y la intuición; su canto no es un tratado de simetría sino un tanteo en lo oscuro, una operación de drenaje, una grieta, un bombeo que salta hacia el vacío.    


martes, 22 de noviembre de 2016

JAVIER LOSTALÉ. LA ESTACIÓN AZUL

La estación azul
Javier Lostalé
Renacimiento, Los Cuatro Vientos
Sevilla, 2016

GOTAS DE LUZ

  Fue el poeta nicaragüense Rubén Darío quien subió a los estantes literarios la palabra azul. Convirtió al sustantivo en mercurio poético, en estrato valioso, en  una conmoción sentimental que fomentó la singularidad estética del Modernismo. Con él amanecía un propósito persuasivo que buscaba en cada verso el asombro, que caracteriza el lenguaje como un ámbito de concordia y revelación. De esta poética que hace de las palabras infusión estimulante y no funcional estrategia comunicativa se fraguan las teselas en prosa de La estación azul, quinta entrega de Javier Lostalé, editada por primera vez en 2003, pocos meses después de que se reuniera su corpus en La rosa inclinada. Tras esa compilación, han ido manando de forma natural otras salidas como Tormenta transparente y El pulso de las nubes, y el perfil literario añade trazos nuevos, como antólogo de poetas jóvenes andaluces en Edad presente. Poesía cordobesa para el siglo XXI, como agradecido discípulo de Vicente Aleixandre, uno de sus magisterios tutelares, y como animador cultural del siempre maltrecho paisaje de la lectura con Quien lee vive más, título que adquiere la contundencia de un lema publicitario.
  Los textos poéticos de La estación azul tienen una naturaleza paradójica, velan los ángulos intimistas del yo biográfico para argumentar reflexiones sobre un entorno próximo, habitado por la contingencia, que emerge entre la emoción y el sentimiento, envuelto en su propia sustancia. El poema se convierte en mirador y observatorio, da cuenta de matices y alteraciones. Una breve nota prologal comparte la gestación de esta entrega: los textos nacieron como fragmentos destinados a la publicación en las páginas del diario ABC por encargo del desaparecido poeta Santiago Castelo. Por su carácter lírico pasaron a formar parte del material compilado en La rosa inclinada, y regresó a las estanterías como libro autónomo, tras recibir el Premio Francisco de Quevedo, certamen convocado por el Ayuntamiento de Madrid. Se han añadido tres teselas inéditas y no hay otras modificaciones en la nueva edición de Renacimiento; por tanto, el acercamiento a la prosa lírica de La estación azul mantiene su cálida temperatura estival.
  El punto de salida de la palabra es la mirada hacia el espejo del otro. Un propósito manifiesto de superar el ensimismamiento biográfico de lo personal para recorrer los puentes que conducen al entendimiento claro de otras identidades. Son presencias convocadas en el espacio onírico de una estación azul, un andén habitable donde se entrecruzan pasos y sentimientos, donde las palabras despliegan su mapa comunicativo y convierten al pensamiento en sustrato germinal. El lugar del poema se caracteriza por su condición atemporal, por localizar su espacio en una dimensión etérea en la que andan a trasmano ilusiones y sueños. De ahí, su mediodía continuo y el carácter simbólico de cada uno de sus rincones. Las fronteras de esa estación azul mantienen una distancia ambigua, con tramos azarosos que se expanden hacia la felicidad o el desamparo, entre las palabras y el silencio, como si fuesen partícipes de que la existencia se va moldeando entre mutaciones y cambios inadvertidos.
  La estación azul, desde su mirada fragmentaria, contiene una intensa narratividad lírica; sus piezas conforman un árbol de luz, una realidad con epitelio onírico, que aporta a quien se acerca la claridad gozosa del encuentro, esa propuesta de la palabra  hecha refugio, indagación y búsqueda.    

                                                                

sábado, 19 de noviembre de 2016

viernes, 18 de noviembre de 2016

AFECTOS Y SIMULACIONES

Equilibrio


SIMULACIONES


Cada náufrago reclama para sí la madera raída.

Alguien escribe. Soy parte de la trama. Un personaje episódico.

Estoy aquí, creo, aunque desconozco la ubicación exacta del aquí.

Los aforismos marcan la piel del agua, como la huella frágil de una verdad.

Para la confidencia íntima, personal, directa, un tono de voz sobrio alejado del aspaviento.

Percibo contornos con la precisión ambigua del miope.

Cada día el desconcierto, la indagación sobre una realidad cambiante y fragmentaria.

Con los años el escepticismo muda en benevolencia.

Sucede que regresas cada vez que te nombro.

No sé apaciguar mi obsesión por relojes y calendarios.

En la íntima discordia entre el yo y la nada, tomo partido.

Un nombre propio que acumula letras en minúscula. Nadie, en suma.

Mientras busco, dejo abierta la puerta para el regreso.

                                     (Del libro Motivos personales, La Isla de Siltolá, Sevilla, 2015)




martes, 15 de noviembre de 2016

ÁNGELES MORA. PREMIO NACIONAL DE POESÍA 2016

Ángeles Mora (Rute, Córdoba)

CARTA ABIERTA


  El tiempo aprende a hablar por nosotros, querida Ángeles, y adquiere su propia personalidad literaria, como si fuese un contertulio más con el que compartir a media tarde los posos del recuerdo. La memoria insiste en abrir páginas comunes; nos conocimos en Lucena, a finales del año 2000, gracias al afecto municipal y poético de Manuel Lara Cantizani. El joven poeta lucentino nos invitó a formar parte de la colección Cuatro Estaciones. Fue un proyecto editorial irrepetible, empeñado en editar libros con una calidad visual ejemplar Una antología poética de tus versos, que salía junto a mi libro de entrevistas Palabras adentro, me preguntó: ¿Las mujeres son mágicas?; y yo, que soy torpe por convicción y por naturaleza no supe responder. Aquel primer encuentro fue umbral hospitalario de otras citas y preservó un espacio común en los calendarios del afecto. Puntuales, los años fueron dejando entre mis manos tus nuevos libros con cálidas respuestas, versos que me aportaron intimismo y reflexión sobre el sentido del poema y esa verdad interior en la que encuentra techo nuestra identidad, siempre en construcción. Con la tinta solemne de los grandes eventos, llega la noticia de que te han concedido el Premio Nacional de Poesía por Ficciones para una autobiografía, también reconocido con el Premio de la Crítica; y es fácil aposentar la alegría en mi buhardilla.
  Sé que son días contradictorios para ti –se ha escrito con perseverante quietud, el amor y la muerte siempre entrelazan en su azaroso discurrir una única pulsión- porque el dolor acampa en tus andenes y te ha dejado el alma llena de lluvia; pero sé también que las palabras limpias del poema funcionan como fuerza de transformación para que en el amanecer sea claridad emotiva y armonía. Hoy te percibo libre de cualquier incertidumbre, mientras la mañana te dibuja “… en el salón, abierta la ventana, / respirando cierta tristeza, / como quien gana y pierde al mismo tiempo, / viendo brillar la tarde, al paso de los años, / antes de que el verano nos aplaste, / suavemente estirando las arrugas / del corazón / planchando las camisas del invierno*
  Muchas felicidades, poeta, por un premio tan grande. Ahora sé, con esperanza y convencimiento, que las mujeres son mágicas.
  
PD.- Los versos pertenecen al poema “Planchando las camisas del invierno” de Ficciones para una autobiografía (Bartleby Editores, Madrid, 2015)


lunes, 14 de noviembre de 2016

ANTONIO CRUZ ROMERO. POESÍA EN NEERLANDÉS

Poesía experimental de los 50
en lengua neerlandesa
Ensayo, traducción y selección de poemas de
Antonio Cruz Romero
RaVeNsWoOd Editorial, 2016

VERSOS EN NEERLANDÉS

Casi ocultas bajo la voz fuerte de sistemas lingüísticos mayoritarios, hay lenguas de uso cuyo patrimonio cultural tiene un espacio de conocimiento restringido. Requieren dedicación y desbroce para que vean la luz sus frutos más logrados a través de traducciones que muestren una visión de conjunto.
Antonio Cruz Romero es un escritor que camina por bifurcaciones como la poesía, el relato, el ensayo y la traducción. De su mano nos llega el volumen Poesía experimental de los 50 en lengua neerlandesa. Es responsable del estudio crítico, la versión al castellano y la selección poemática de trece poetas de dos territorios, Países Bajos y Flandes. Recordemos que el neerlandés es una lengua germánica occidental que tiene en la actualidad unos veinte millones de hablantes, concentrados mayoritariamente en Holanda y Bruselas, pero también en el norte de Francia, en zonas de Alemania y en antiguos territorios del imperio colonial.
El prólogo aborda las conexiones explícitas entre lengua y espacio geográfico. El monótono verdor y la llanura marcan el cromatismo de los ciclos estacionales y ese rumor de vida del tiempo histórico y sus contingencias. La separación política de Bélgica no ha roto la línea continua del neerlandés hablado y escrito, un idioma en el que se plantea, como en los demás, ese desasosiego contenido entre tradición y vanguardia; el conflicto entre antigüedad y amanecida ha gestado los cuatro grandes periodos del acontecer literario neerlandés, del que en este volumen se focaliza en primer plano la generación del 50. En ella percibe Antonio Cruz afinidades estéticas con las vanguardias europeas y el movimiento beat norteamericano.
Las características básicas de la estética experimental son conocidas: afán de búsqueda, experimentación sonora, ritmo libre y lenguaje figurativo con predilección también por los juegos fónicos que se acercan al caligrama. Pero la mirada no es homogénea ya que cada poeta busca el trazo de una travesía singular. No obstante, el tiempo contribuye a delimitar grupos por la presencia activa en revistas, eventos sociales y antologías que definen dos momentos centrales: Los Cincuentistas en Los Países Bajos y el Grupo del 55 en Flandes; ambos tendrán relevante protagonismo literario, a veces con la incomprensión de medios conservadores que lanzan acusaciones de infantilismo caótico, o de abandono a la expresión espontánea del subconsciente. No obstante, el clima rupturista perdura, como constata la antología Atonaal (1951), redactada por Simon Vinkenoog. Otro análisis que contribuye a clarificar la estética y que establece matices entre experimentalismo y vanguardia es el de Paul Rodenko, que será continuado por otros estudiosos que diseccionan idearios, tendencias, conexiones entre los experimentalistas y el arte del grupo CoBrA, nacido en París en 1948, o el amplio catálogo de influencias con el clima cultural europeo coetáneo.
La antología poética realizada por Antonio Cruz Romero se centra de modo exclusivo en la nómina de los Cincuentistas, para delimitar los autores, y añade la obra de Paul Snoech (Del Grupo de 55) y un no adscrito, Ben Cami. De cada poeta incluye una biobibliografía completa y varias composiciones traducidas al castellano, aunque también elabora un anexo que comenta el aporte de otros creadores no antologados.
El resultado final sorprende por el minucioso análisis y por el meticuloso trabajo de documentación histórica en el que la etapa experimental del 50 refleja claramente su legado. El ensayista reactiva una parcela lírica semidormida en el fondo de la maleta del neerlandés y encauza la deriva experimental vinculándola a la práctica de trece nombres propios que muestran la siempre peculiar unión entre lengua y paisaje, donde la introspección profundiza cualquier distraída contemplación pasiva.  


domingo, 13 de noviembre de 2016

EL SUEÑO DE LA SECUOYA

Secuoyas
GrowLandia.com

El  SUEÑO DE LA SECUOYA

Para Ana y Matías, que abrazaron secuoyas
  

Ya despierto, espera unos minutos para abrir los ojos. Esta noche en la minuciosa paciencia de su sueño ha crecido en el jardín una secuoya. Se despereza de inmediato y sale alborozado a la terraza donde parpadea con sorpresa emotiva. La enorme arquitectura vegetal está allí y su sombra recubre casi a toda la casa. Da un par de vueltas al imponente tronco, contempla la corteza… Poco después escucha  el ruido de un pensamiento práctico: tal vez sea mejor que la próxima noche sueñe con arbustos.

Cuentos diminutos
Cuadernos de Humo, Nueve
Nueva York, 2015
                  

sábado, 12 de noviembre de 2016

viernes, 11 de noviembre de 2016

NICOLAS MAQUIAVELO. LA MENTE DEL HOMBRE DE ESTADO

La mente del hombre de estado
y otras sentencias
Nicolás Maquiavelo
Edición de Gherardo Marone
Traducción de Itala Questa de Marelli
Renacimiento, A la Mínima
Sevilla, 2016
EL HOMBRE DE ESTADO

 La convulsión y el desasosiego creados por el resultado electoral de las elecciones norteamericanas subraya, aún más, la necesidad de conocer la mentalidad de los hombres de estado y explorar las grutas de su pensamiento político. El tiempo histórico repite motivaciones y comportamientos; estamos obligados a sondear los principios básicos que concretan la razón de estado a través de algunos pensadores esenciales.
  Uno de los personajes históricos más notables de la sociología política y del pensamiento occidental moderno es Nicolás Maquiavelo (Florencia, 1469-1527), político, escritor y filósofo, cuya obra cumbre es El Príncipe, considerado por muchos como un meritorio manual de tiranos. El florentino rechazó de plano el pensamiento teocéntrico medieval como columna del poder político para cimentar una mentalidad laica y burguesa, acorde con el humanismo renacentista y su confianza en la capacidad de la razón frente a la preceptiva autoritaria de la escolástica. Sus juicios convierten a Nicolás Maquiavelo en el primer estadista moderno que impulsa un nítido movimiento de renovación ideológica.
 La excelente edición realizada por la editorial Renacimiento de La mente del hombre de estado y otras sentencias recupera y pone al día el pensamiento de Nicolás Maquiavelo a través de una colección de fragmentos. Fue encargada a Gherardo Marone en 1943 por la editorial Inter-Americana de Buenos Aires. El editor era un conocido intelectual; polígrafo, abogado, impulsor de varias revistas literarias y seguidor del pensamiento de Benedetto Croce. El resultado no defraudó; el libro supone una recreación excelente de la teoría política de Maquiavelo y pone de manifiesto la actualidad de su pensamiento en la cohesión del estado, frente a cualquier propósito disgregador.
  El editor contextualiza el pensamiento en una época en la que se acumularon acontecimientos transcendentales para el devenir histórico de Europa. Conviene recordar el esplendor de los Médici, la monarquía absolutista de los Reyes Católicos, las predicaciones de Savonarola, el descubrimiento de América o las distintas invasiones sufridas por las repúblicas italianas por su apogeo comercial y por el control de las rutas marítimas entre  Oriente y Occidente. La misma biografía de Maquiavelo es un ejemplo de la inestabilidad de la fortuna y sus últimos años los pasó retirado, con mínima vida social, y dedicado a un intenso trabajo intelectual.
  El sistema ideal de Maquiavelo inaugura una tradición que integra el ser racional en la praxis política, como disciplina independiente de la ética. Su realismo se expande en fragmentos reflexivos, en lúcidas unidades de pensamiento en torno a las leyes, los cargos públicos, el estado, la historia o la libertad; del mismo se pueden extraer algunas sentencias notables que han dado pie a la mala imagen del pensador, resumido en “el fin justifica los medios”, frase tópica que el filósofo nunca pronunció.  
  Concreto y realista, el filósofo se dibuja en sus textos como un hombre de ciencia que estudia la política con serenidad objetiva y la distingue rigurosamente de la moral; identifica voluntad con la acción y el anhelo del bien común; entiende la utilidad como norte esencial del criterio del gobernante,a espaldas de lo ético y de lo trascendente. 




jueves, 10 de noviembre de 2016

AL CIERZO DEL INSOMNIO

Londres
Fotografía de
Javier Cabañero


AL CIERZO DEL INSOMNIO

Con frecuencia te quejas
del ínfimo desvelo
que suelo regalarte en medio de la noche,
y al cierzo del insomnio te aventuras
buscándome tres pies.
Duerme seguro;
no hay ninguna estrategia.
Mi historia es la viñeta desechada
por un mal dibujante,
a quien le han ofrecido otro trabajo.

   (De Enemigo leal, Sevilla, 1992)

miércoles, 9 de noviembre de 2016

CON LA MELANCOLÍA DEL FUTURO

A solas

A SOLAS


Mi ánimo pasea a solas por esa calle donde todo da igual, en un estar callado, hecho con lluvia y humedad y los contornos opacos de la sombra. Camina con melancolía. Durante años puso a resguardo la esperanza, como una voz secreta. Más tarde la dejó perdida en el futuro, ese acontecer que solo emplea un lenguaje hermético, inexpresable, raro.


martes, 8 de noviembre de 2016

CARMEN CANET. MALABARISMOS

Malabarismos
Carmen Canet
Valparaíso Ediciones
Granada, 2016

JUEGOS DE MAGIA

  Se insiste con frecuencia en el hecho; el aforismo es una faceta creadora que ha alcanzado en la última década un crecimiento modélico. El breve formato supera su indefinición semántica y añade pautas que incorporan núcleos argumentales heterogéneos. A los autores más conocidos, se añade un goteo continuo de amanecidas que engrandece la práctica de su escritura. Una de las nuevas presencias es Carmen Canet (Almería, 1955), Doctora en Filología Hispánica por la Universidad de Granada, crítica literaria de amplio recorrido y, en la actualidad, colaboradora habitual de Los diablos azules, el suplemento digital de Infolibre.
  Su primer trabajo, Malabarismos, abre ruta en la editorial granadina Valparaíso, hasta ahora centrada de forma monográfica en la poesía. Además, la escritora es una estudiosa del género y han sido frecuentes sus reflexiones teóricas en encuentros y ponencias universitarias, así que la amanecida era esperada con notable interés, como si formase parte activa de un núcleo que aglutina nombres propios como Juan Carlos Rodríguez, Ángeles Mora, Luis García Montero, Trinidad Gan  y el propio poeta y editor Javier Bozalongo.
  Desde el mismo título, la autora mantiene como clave de sus reflexiones una brevedad máxima, despojada de cualquier apéndice innecesario, confiando en que las breves frases sirvan para hacer equilibrios en la cuerda alzada de lo existencial. Lúcido e iluminador resulta el título, aglutinando juego lúdico y trabajo de entrenamiento para conseguir cuatro vértices de la escritura aforística: destreza, equilibrio, agilidad e ingenio. Son los apartados que organizan un volumen que en palabras de Luis García Montero: “comprende la semejanza que hay entre un autorretrato y una poética”; o lo que es lo mismo en el dibujo de una identidad que hace de la escritura una manera de mirar el acontecer diario.
  El apartado “Destreza”, sirve de apertura a esta travesía, donde cada aforismo es un toque cromático. El reflejo del yo ante el espacio blanco de su voluntad creadora encuentra de inmediato  una expresión escueta: “Aforista: malabarista de palabras”; toda experiencia de sentir tiene cabida en el lenguaje, un espacio creado para la posibilidad y el encuentro que busca en su latido la respiración acompasada de la realidad. Cada estímulo es una llamada de atención para que comience a funcionar el arte del matiz, esa sucesión de secuencias que va mudando los estratos del sujeto y que se empeña en descifrar los callados mensajes del silencio, siempre proclives a la paradoja: “Le gustaban los días nublados porque todo se veía más real”, la ironía, “El misterio de los hombres, en la parte alta, el de las mujeres en la baja. Siempre ha habido clases”, o la reflexión ante la conciencia: “Se desmaquilló la cara queriendo borrar también los restos de su última conversación”.
  Ya he comentado el sesgo aleatorio que toman los pasos del aforismo en las aceras del tiempo, pero hay lugares que afloran como sitios del sujeto verbal; es el caso del amor y de la amistad, actitudes básicas en la relación del yo y el otro. De esa lírica sentimental se nutre el segundo apartado de Malabarismos donde abunda ese deseo de transformar la realidad a través de los sentimientos. Sirve de pórtico una hermosa cita de Julio Cortázar: “ven a dormir conmigo. no haremos el amor, él nos hará” que se complementa con otra de Carlos Castilla del Pino que concede a la amistad y el amor parcelas vitales complementarias. Abocados a un tiempo convulso y a una búsqueda sin resultados evidentes del sentido vital, el apartado difunde un epitelio reflexivo que se mantiene en casi todas las anotaciones: “Los sentimientos conducen a las palabras. las palabras no conducen”, “La amistad es la ciencia de los hombres libres”, “Sé la persona que quisieras tener a tu lado”.
  El pensamiento es una obra en construcción, sus muros dejan sitio a los paisajes domésticos que pueblan nuestros sentidos, a esos horizontes cuyos cielos cobijan las ideas en vuelo; no son elementos abstractos y conceptuales sino pasos para entender lo diario que pasan a limpio emociones y secuencias, recuerdos que sugieren el regreso a otro tiempo y las estampas que se quedan a dormir en las esquinas del discurrir: “Una hija que duerme a su madre contándole historias”, “Me gusta la rima de cicatriz con olvido”, “Hasta el tiempo pierde su tiempo”, “Hay seres que ocupan demasiado espacio”
  La última sección hace al lenguaje protagonista, como si los aforismos agrupados en ella buscasen en su formulación una razón de vida; lo existencial se cobija en los estantes de la biblioteca, ese paraíso de Borges, que nunca envejece: “El aforismo viene bien a quien le cansa la lectura”, “Leer y escribir es materialismo histórico”, “El poder narrativo de las enciclopedias”, “Tuvo un accidente gramatical”.
  Los aforísmos tienen algo de relámpago; lo escribió en su día Ramón Eder –uno de los mejores aforistas contemporáneos- y lo formula, con nítida precisión, Carmen Canet que deja en sus breverías una casa encendida, un rumor, una brisa que hace más habitable la existencia.


lunes, 7 de noviembre de 2016

JULIO RAMÓN RIBEYRO. CUENTOS

Cuentos
Julio Ramón Ribeyro
Edición y estudio de
María Teresa Pérez
Cátedra, Letras Hispánicas

MARGINALIA

Siempre he percibido, como lector, una asociación natural entre devenir vital y escritura. Esta situación de entreverados derroteros es evidente en la autobiografía, donde el tránsito cotidiano se convierte en materia prima de la página en blanco. Conocer el latido del hombre ayuda a entender los paramentos sustentadores del itinerario creador, revela propósitos y rincones poco iluminados y aporta significados entre líneas.
    Julio Ramón Ribeyro nació en Lima en 1929; perteneció a una familia de clase media en fase de declive, en un momento crepuscular que determina una perenne situación de inestabilidad. En 1952, becado para formarse como periodista, viaja a España. Tras una breve estancia en Madrid comienza su peregrinaje por varias capitales europeas, como si fuera un desarraigado al que el medio propio le provoca fobia. Desempeña oficios escasamente compatibles con el trabajo intelectual y prolonga una singular vocación creadora, ejercida en las más precarias condiciones, como si la literatura fuera su forma de conjurar una realidad hostil.  El peruano titula su diario personal La tentación del fracaso. Es  un autorretrato formado por anotaciones que abarcan desde 1950 a 1978, etapa de gran actividad literaria donde escribe  los relatos reunidos más tarde en La palabra del mudo, La juventud en la otra ribera y  Cuentos completos. En esa época además escribe novelas, ensayos, artículos literarios, una colección de aforismos que pone en boca de un heterónimo y varias piezas teatrales. Aunque padeció la soledad del exiliado, la crítica le adscribe a la generación del cincuenta, a la que también pertenecería Mario Vargas Llosa.
   Pero es la narrativa breve el género más celebrado del peruano y desde sus primeras ficciones, Los gallinazos sin plumas, obtuvo un notable éxito popular. Casi todas las piezas comparten esta filosofía expuesta en el diario: “seres imperfectos que viven en un mundo imperfecto”.  Sujetos marginales que deambulan por los barrios más pobres de la ciudad limeña con escasas esperanzas y con un desaliñado instinto de supervivencia en el que queman los últimos cartuchos.
    También comparten estética: frente a los escritores que se prestan a la magia menor del experimento formal, Julio Ramón Ribeyro prefiere una expresión directa, a menudo cuajada de localismos, la exactitud psicológica que evita el empleo de una retórica descriptiva y la condensación dramática que en unos pocos folios resuelve la trama argumental. Radiografía la realidad; pero sus convicciones progresistas no dogmatizan. Cuentos de figurantes menores que afrontan contratiempos sin pretensiones y asumen el fracaso como un largo monólogo.


domingo, 6 de noviembre de 2016

AFORISMOS CON LA PIEL MOJADA

Madrid
Fotografía de
EFEverde


CON LA PIEL MOJADA

( Para María Fernández Cuello,
por los cafés pendientes)


Mañana de domingo en el jardín. Los parterres muestran un verdor renacido y duermen sobre el césped las hojas otoñales de la higuera. Después lo de siempre, he quitado una coma  en un poema y he puesto un punto y coma.

Un libro puede ser un modesto retrato de la estupidez. Un aforismo también. Un libro de aforismos hace un retrato de cuerpo entero

En un texto se corrigen asonancias, acentos y expresiones confusas. En la existencia se corrige todo, pero  se tarda mucho en rehacer equivocaciones y errores.

La belleza bebe en charcos de adjetivos.





sábado, 5 de noviembre de 2016

CALLAR A TIEMPO...

Cortados en el Parque del Sureste
(Rivas-Vaciamadrid, Madrid) 


TRAS LA TORMENTA

Restos de nubes.
También la lluvia sabe
callar a tiempo.


viernes, 4 de noviembre de 2016

ABEL SANTOS. LAS LÁGRIMAS DE CHET BAKER CAEN A PISCINAS DORADAS

Las lágrimas de Chet Baker caen a piscinas doradas
Abel Santos
Prólogo de
Diego Vasallo
Chamán Ediciones, Albacete, 2016 


ARENAS  MOVEDIZAS


  La mirada poética de Abel Santos (Barcelona, 1976) impone una actitud que nunca firma acuerdos con el conformismo complacido de lo sedentario, un espejismo de arenas movedizas. Advierte del peligro de cerrar los ojos ante los desconchones grises de lo cotidiano. Sus versos prefieren tomar asiento en lo oscuro y desde allí destilan una incisiva reflexión sobre la existencia. Así ha ido moldeando una activa producción que arranca en 1998 con el poemario Esencia y que está compilada en antologías como Demasiado joven para el blues (2014) y Jass (2016). En sus entregas encarna una estética de la decepción en la que se reiteran espacios argumentales como la introspección confesional, los rostros de la noche, la crítica social, el afán metaliterario, o el rumor incansable del jazz. Por tanto, no sorprenderá a quienes han cruzado puentes lectores con el realismo bastardo de Abel Santos el título de la nueva salida del poeta catalán, Las lágrimas de Chet Baker caen a piscinas doradas, que cuenta con una introducción de Diego Vasallo, intérprete, compositor y letrista del grupo musical Duncan Dhu. Y es Diego Vasallo también el autor de la letra que inspira el título del libro.
   El intuitivo trompetista Chet Baker (1929-1988) encarnó una existencia desmesurada que ha dado pie a abundantes incursiones biográficas y ha inspirado la película “Born to be blue”, dirigida por Robert Budreau y protagonizada por el siempre comprometido Ethan Hawke. Algunos de estos retazos se recrean en el prólogo de Diego Vasallo, donde se cobija la sombra derrotada de Chet Baker antes de caer al vacío y de dejar colgando en el aire la languidez de alguna nota; así aparecen también para el músico los poemas de Abel Santos: “sonidos profundos de catarsis cegadoras atraviesan los textos como los truenos de una tormenta  que se va dejando atrás, martillos que golpean los instantes; desiertos ocupando el horizonte desde una ventana que mira el atardecer”.     
   En la poesía de Abel Santos la naturalidad y el decir sobrio son preceptos básicos, como si el tiempo fuera un sostenido aprendizaje para tomar apuntes del ahora. Así se confeccionan, página a página, las secuencias emocionales de un diario intimista en el que el sujeto verbal se asoma en los espejos del yo biográfico y enlaza contingencias. En ese caminar en círculos, solo el amor invita a retomar la amanecida de las esperanzas, como si fuese la anestesia que proporciona una calma aparente, como si defendiera frente a la soledad algunas certidumbres y abriera sitios para habitar en el deshielo. Sobresalen los poemas amorosos, donde busca sitio una amplia semántica; están la soledad y el deseo, el recuerdo y su fuego cruzado con el olvido; o la conciencia de un tiempo que se consume indeclinable y triste en su propia búsqueda de sentido porque es difícil salir ileso de una historia de amor.  Las lágrimas de Chet Baker caen a piscinas doradas  arrastra en el río del poema la verdad personal, ese empuje profundo de carne y hueso que flota endurecido en las aguas del tiempo.


jueves, 3 de noviembre de 2016

EL OTRO LADO DEL ESPEJO

En el camino
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IDENTIDAD

No es el otro lado del espejo,
sino de uno mismo
Luigi Amara


  Tras años de ser ella en una franja abierta de la realidad, deseó ser otra. Puso a su biografía una mordaza y recomenzó. Sus pasos regresaron hasta el cero y empezó a labrar las calles de un lugar inexplorado por amanecidas y crepúsculos. Consumió distancias donde los transeúntes eran presencias desconocidas, e inició labores y afectos sin fisuras.
  Su nueva identidad habitó el misterio de quien se mira por primera vez y no se reconoce.

(Del libro en preparación Cuentos diminutos)


miércoles, 2 de noviembre de 2016

EMILY ROBERTS. LA TRAMONTANA

La Tramontana
Emily Roberts
La Isla de Siltolá, Narrativa
Sevilla, 2016

CONTRA LA CORDURA

  La trayectoria de Emily Robert (Ávila, 1991), becaria de investigación  en el departamento de Filología Inglesa II de la Universidad Complutense de Madrid, aglutina poesía, relato y novela, ondas expansivas de un afán creador que personifica una incisiva búsqueda de análisis, un rastreo de las mutaciones al paso de una realidad cambiante que afecta a cada identidad.
Tras la novela corta Lila, que vio la luz en 2011 en Ediciones Oblicuas, aparece La Tramontana, una ficción argumental que  yuxtapone tres voces narrativas. La de Eva busca sitio en una demorada huída interior. Desde los primeros pasos de su matrimonio, la ilusión inicial se quiebra. Fractura la calma de lo cotidiano ese incansable vendaval que asola cristales y alienta un estar depresivo y maniático que solo encuentra calma en la somnolencia de los fármacos y en un obsesivo afán de limpieza. Menorca, aquella isla que un día fue una geografía hospitalaria para la convivencia, se ha ido oscureciendo hasta ser un lugar de hastío y desencuentro, en el que van creciendo las hijas y las manías, donde se van agotando las excusas para ser feliz o para compartir. Ahora, la convivencia de pareja es un tallo reseco que busca en el interior otra tierra firme, donde no sople el desmesurado aliento de la tramontana. La isla desaparece en el álbum grisáceo de los malos recuerdos pero sus efectos secundarios perduran como una enfermedad larvada. Un día afloran, mientras el cuerpo muestra su desgaste y abandona en un rincón del parque el mínimo inventario de razones que permite el regreso a la cordura.
  La segunda voz es la de Mónica, la hija que poco a poco abandona la ingenuidad infantil y recorre sendas de un aprendizaje sentimental que se ensancha cuando su madre cumple cincuenta años y conoce a Nico en sus primeros meses universitarios. Mónica no sabe lo que significa la enfermedad de su madre ni entiende cómo el cansado organismo de Eva se ha contagiado. Tampoco entiende la forma de vivir de una familia que solo comparte decepciones y silencios, que ha ido abandonando sueños en un anunciado fracaso personal que asume como propio la neurosis, esa secuela maldita de la isla que empañó los días áureos de la niñez, cuando pudo encontrar la complicidad del padre, siempre pendiente de su trabajo y de la bonanza económica familiar y siempre dispuesto a buscar fuera de casa algún rescoldo sentimental. A duras penas, supo dibujar un mapa de afectos con su hermana Sonia que, poco a poco, se fue alejando hasta casi convertirse en una extraña, siempre ausente.
   Por último, es Nico quien personaliza el tercer enfoque narrativo, cuando lo social se ensancha y busca manifestarse en un entorno histórico castigado por la desigualdad económica y la falta de futuro de algunas utopías revolucionarias. El joven antisistema es un líder estudiantil que, aunque procede del conformismo burgués, antepone ideología y acción a los sentimientos, como si el orden de las cosas exigiera conceder al intimismo un papel secundario. Nico se obstina en crecer hacia fuera para exprimir cada circunstancia, para cambiar lo previsible, incluso desde la violencia con tal de que su mensaje reivindicativo prenda llama. Ese reto de su destino personal también lo convierte en un ser vulnerable, incapaz de controlar emociones y sentimientos y en una conciencia cuya apuesta por la libertad le obliga a afrontar las duras consecuencias.
   Las tres voces de La Tramontana personifican una actitud de resistencia frente a la piel cuarteada de lo real; se empeñan en rechazar un entorno pasivo que aplasta la felicidad personal, como si condenara a la existencia a compartir mesa con la locura, mientras fuera se escucha un ruido absurdo que no se desvanece, un viento frío que empuja hacia el abismo.