lunes, 3 de abril de 2017

JUAN DE DIOS GARCÍA. UN FOTÓGRAFO CIEGO

Un fotógrafo ciegoJuan de Dios García
Editorial Balduque S. L.,
Cartagena, 2o17

EL MITO DE SÍSIFO


   Los dos primeros poemarios de Juan de Dios García  (Cartagena, 1975) -la carta de presentación Nómada y su segundo paso Ártico- singularizaban un taller de escritura reconocible.  Componían un marco imaginativo que hilvanaba con los materiales del realismo una crónica del ahora; los versos trazaban su caligrafía desde la introspección irónica, con el tono natural de un sondeo coloquial. Al poeta, profesor y codirector junto a Ángel Luis Gómez Espada de la revista digital El Coloquio de los perros no le gustan nada las aceras grimosas de la solemnidad; en cambio se siente cómodo en la interpelación colectiva que busca el angosto sentido de la vida al paso. Para Juan de Dios García, escribir es entender; formular en sus horarios más preguntas que certezas, buscar el doble fondo de un transitar con itinerarios complejos.
   Esa sensibilidad expresada en el primer tramo de su itinerario creador, en el que junto a los dos libros citados hay que incluir varias plaquettes, cede su idea poética a la nueva entrega Un fotógrafo ciego, cuidada con mimo por la artesanía editorial de Balduque. Tal vez sea una coincidencia sin más, pero a muchos lectores el título les recordará la narrativa de Gesualdo Bufalino. En aquella novela el escritor siciliano inventaba un protagonista empeñado en ser espectador, actor y cronista de una representación moral y metafísica. Y ese enfoque argumental también recubre el epitelio lírico de Juan de Dios García.
   En Un fotógrafo ciego hay una clara apuesta por sacar hilvanes al mito de Sísifo, a esa voluntad empeñada en  hallar sentido a lo existencial. La vida diaria es un cúmulo de hábitos rutinarios que reiteramos desde la inercia; hasta que un día el ser dubitativo se sienta sobre la lógica y sondea cual es el sentido de sus actos sin recurrir al telón sublime de la trascendencia. De esa capacidad de aceptación propia, cuando el yo se hace consciente de su circunstancia, nace la idea de sentar en la mesa al absurdo como un invitado más en la cartografía del discurrir, así que no queda más remedio que buscar la luz desde el rincón opaco de un fotógrafo ciego.
   La poesía de Juan de Dios García tiene un fuerte sentido aforístico. Así se percibe desde el amanecer de su entrega. Leemos en “Política”: “La rama terminó por someterse / a la fuerza del viento. / Ni siquiera causó miedo el primer crujido”. En su desnudez el poema traza un amplio campo de reflexión. Y esta cualidad de ampliar las sendas meditativas con mínimos elementos de erudición conforma el ángulo abierto del poeta. Pero no se monopoliza la estrategia. Queda sitio también para el poema más narrativo que se desarrolla como un largo fotograma vivencial. De este tipo hay excelentes ejemplos como el poema “Hipo”, uno de los mejores del poemario. En él encontramos una voz intimista que clarifica el propio devenir con su vislumbre de sombras y obsesiones.
  El filósofo Rafael Argullol en su libro “El cazador de instantes” ya ensayó una respuesta sobre la travesía existencial: “la libertad es saber existir sin que un fin determine nuestra existencia”. De esa libertad de aceptar el presente como hablan también los poemas de Un fotógrafo ciego. Juan de Dios García rescata esas vivencias que invitan a pensar, reconstruye el pasado y hace de la grisura cotidiana contenido verbal. Así lo corrobora el cierre mágico del poema “Autorretrato”: Se me hace necesario el arte del insomnio, / un fotógrafo ciego me dispara. / Vivo en una península, / guardo una ciudad entera en mi cabeza / y siempre tengo sed”.

                                       

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