jueves, 18 de mayo de 2017

FRANCISCO BRINES. ENTRE DOS NADAS

Entre dos nadas
Antología consultada
Francisco Brines
Prólogo de
Alejandro Duque Amusco
Renacimiento, Sevilla, 2017

ANTOLOGÍA CONSULTADA

                                        
    Francisco Brines (Valencia, 1932) reunió por primera vez su poesía completa en 1974 y tituló el conjunto Ensayo de una despedida, un aserto que refleja como realidad primaria del ser la temporalidad; estamos hechos de pérdidas sucesivas. El sintagma se ha mantenido en ediciones posteriores, que añaden nuevas composiciones y algunos cambios poco relevantes. La antología Entre dos nadas crea un orden nuevo en el personal trayecto del poeta, ya que sus piezas han sido elegidas por casi trescientos lectores. Por tanto, esta colaboración múltiple y amistosa da fe de un cálido homenaje al que pone prólogo el poeta y crítico Alejandro Duque Amusco, quien se adentra en la senda poética con precisión de brújula. 
   Hay en toda la poesía de Brines una intensa coherencia, un pensamiento circular que se alimenta de redundancias. Los protagonistas de su creación son el tiempo y la belleza; el tiempo como tránsito que nos va despojando hasta el vacío final y la oscuridad de la nada; y la belleza que pone luz a los reflejos de la infancia y la identificación del hombre con la naturaleza. En ambos temas cobra sentido la palabra que es revelación y vida. A través de la escritura se recrea la realidad, donde la memoria deja su emoción; la palabra poética es también una respuesta vital que nos permite vivir el pasado en el ahora.
   Su primer libro Las brasas (1960) obtuvo el Premio Adonais, el más importante galardón de la posguerra. Las composiciones de esta amanecida ya son elegíacas. Están escritas desde el estar de un sujeto que reflexiona sobre el paso de los días. Sentimientos y sensaciones se marchitan dejándonos entre las manos una menguada cosecha. En el presente la esperanza no tiene sentido.
  La segunda entrega de Brines, El santo inocente cambia de título muy pronto y se denominará Materia narrativa inexacta. Sombras del mundo clásico que hablan en monólogos dramáticos dan cuenta de las meditaciones del hombre, de ese sustrato común de la conciencia que permite que el amor sea en nuestro devenir un recurso liberador. Los poemas expuestos con la escueta lucidez del relato refuerzan la objetividad del discurso.
   El itinerario se enriquece en 1966 cuando se edita Palabras a la oscuridad, que se alzó con el Premio de la Crítica. El título del mismo sugiere que el misterio de la noche es el interlocutor en quien el verbo deposita la emoción del mundo, esas perdurables impresiones del paisaje de Elca, la inquietante presencia de los otros o los signos desvelados de la soledad y la muerte.
   Aún no es un libro renovador. Aparece en 1971 e incorpora una importante veta satírica; predomina en él el conceptismo y el tono sentencioso. Hay abundantes procedimientos expresivos -parónimos, aliteraciones, rimas internas…- y utiliza un léxico novedoso, aunque también están presentes las habituales preocupaciones, como el derrumbe continuo de la carne.
   Insistencias en Luzbel aborda una poesía metafísica, centrada en el largo trayecto que va desde el engaño de la plenitud de la infancia hasta la nada. La vida entonces -como ya expusimos- se convierte en ensayo de una despedida; solo es vivida plenamente en el breve sueño de los sentidos donde hay una ética de lo celebratorio, un estoicismo que indaga en el carpe diem y que conjuga presente y captación de la belleza.
   Sus últimos libros son el patrimonio del poeta en el tiempo y tienen la mirada crepuscular de la elegía. En El otoño de las rosas un viajero en la parte final de su trayecto hace balance y sabe que el itinerario fue lo que vivió. El rescate es ocasión propicia para cantar el entusiasmo de haber sido.
   Un sujeto poético que nos comunica la estéril razón de la existencia es el protagonista de La última costa. Ya el título sugiere la perspectiva desde la que están escritas las composiciones. Se divisa la geografía del ocaso cuando el mar nos ofrece su distancia, como si no fuera posible el retorno y el viajero lleva consigo la memoria que le permite recuperar el territorio de la infancia y recrear las sensaciones que en el pasado la definieron.
  La antología consultada incluye algunos poemas del libro en preparación Donde muere la muerte. Su apertura “Brevedad de la vida” es un largo balance en prosa poética cuyo argumento deja el poso exacto de la aceptación: existir es el principio de la nada. Solo la escritura conjetura una posible salvación del olvido, un plano de permanencia en el recuerdo capaz de trascender la espalda fría del tiempo.
    En Selección propia, una antología editada en Cátedra, hay un estudio introductorio fundamental para entender su poética. Se titula “La certidumbre de la poesía”. El trabajo se hilvana a partir de un conjunto de reflexiones clarificadoras. A pesar del desagrado del poeta por analizar la propia poesía, sugiere que la poética nace de la praxis como los poemas nacen de la necesidad. Sus indagaciones se orientan hacia el proceso de creación. Cuando el tiempo nos destierra del paraíso de la infancia la palabra se convierte en una fortaleza que salvaguarda la dimensión individual del hombre. Los versos son refugio que permiten construir una nueva realidad que emana de nosotros mismos porque es interior y se nos otorga como una revelación. Así va apareciendo el mundo del poeta, sus concretas experiencias vitales expresadas con un lenguaje donde la intuición dirige la evolución expresiva de una obra que ha hecho de la precisión y la claridad norte y rumbo. Como Antonio Machado o Luis Cernuda, Francisco Brines es un poeta del tiempo. Su palabra es recuento del existir desde una conciencia ética, huellas desgajadas que empiezan a borrase en un tacto de arena.





4 comentarios:

  1. Una vez más, una reseña que muestra la sensibilidad del lector y la perspicacia y conocimientos del maestro. Nuevamente, gracias por compartir esa pasión tuya por el mundo abierto de la Palabra.

    Un fuerte abrazo.

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    1. Querido Antonio, la tradición va alzando sus planos con voces referenciales como la de Francisco Brines. la antología consultada es un homenaje necesario a un trayecto cumplido. Un libro imprescindible editado con el mimo de siempre por Renacimiento. Feliz jornada.

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  2. Una estupenda reseña, muy enriquecedora. Gracias.

    Un abrazo.

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  3. Ya sabes que Brines es uno de los magisterios más emblemáticos de la línea elegíaca, en la que también están Antonio Cabrera o Eloy Sánchez Rosillo. Y esta antología constituye un necesario regreso a su corpus lírico. Un fuerte abrazo.

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