sábado, 3 de marzo de 2018

ISMAEL ALONSO. LAS VOCES DEL PÁRAMO

Las voces del páramo
Ismael Alonso
Bohodón Ediciones
Madrid, 2018


EVOCACIONES
  
  La presencia literaria de Ismael Alonso (Fuente el Olmo de Íscar, Segovia, 1974) integra producción ficcional, poesía y colaboraciones en prensa, completando su perfil con publicaciones didácticas en las que vuelca su experiencia docente. Su recorrido comienza en 2010, tras la aparición de la novela Algún día, que tiene continuidad en las entregas La hija de la lluvia, Tierra eres, Devuélveme la muerte y el poemario De la luz y otras ausencias.
 En el primer tramo de 2018 retorna a la prosa con Las voces del páramo, una novela en cuyo arranque se oye la voz de un protagonista directo que, en forma de crónica epistolar, deshilvana un poblado soliloquio donde aflora la caligrafía de la propia intimidad. Los recuerdos reconcilian espesura imaginaria y clarividencia, como si el pretérito necesitase enriquecerse con contingencias añadidas que justifican el ambiguo papel del narrador. En el transcurso de la exposición los detalles cambian, mudan el paso y dejan pormenores que necesitan la inteligencia activa del lector o trazan nuevos itinerarios. La existencia, al cabo, se convierte en recreación libre, en trama novelística. Así confluyen en las evocaciones, como un magma confuso, o un terreno de sombras  “voces antiguas, rostros desdibujados, hombres, mujeres y niños buenos que quieren con desesperación que los devuelva a la vida, de donde nunca debieron haber salido”.
 La narración sugiere en ocasiones un juego de máscaras que permite adquirir una sensibilidad distinta a la propia. De este modo, el narrador, Tobías Centeno, asimila la presencia paterna, o hace suyas las lejanas vivencias del padre, como si él mismo fuese responsable de una vida bifurcada y extraña; o se transforma en el fogoso escribidor de cartas Orestes Badillo, capaz de convertir la pasión y el deseo en encendida caligrafía.
  Pero el azar siempre juega un papel esencial en lo diario; Orestes acaba gestionando una identidad autónoma que incluso, más allá de su aparición, provoca una suerte de efectos secundarios inexplicables. Cada acera de lo cotidiano se convierte en misterio por desvelar. Poco a poco los figurantes van mostrando su rostro verdadero, como sucede un día con Fausto Barreiro, el jefe de estación siempre a la espera del último tren, ese que simboliza el destino final en el que no existe regreso. También el narrador se ve a sí mismo como una sombra extraña predispuesta a la lejanía y a comenzar de nuevo para encontrarse. El angosto espacio de la rutina deja sitio, más allá de las vías, a una ciudad que sirve de asiento al pasado; abre puertas al contacto solitario con una incertidumbre convertida en hospitalario refugio
 La memoria del yo es una estrategia de resistencia frente a lo temporal. Se aplica en escarbar en el vacío de lo perecedero para rescatar comportamientos y hábitos existenciales. En esa dimensión se interna la prosa ficcional de Ismael Alonso en Las voces del páramo. Sus argumentos entrecruzan travesías de protagonistas y secundarios que alternan realidad y vuelo imaginario; son los latidos contradictorios que ahondan en los misterios del estar, esas íntimas islas buscando la latitud callada de la última costa.




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